lunes, 1 de enero de 2018

RONCELIN DE FOS

Con alta probabilidad el maestre Roncelin de Fos nació alrededor de 1205 en Marsella, Provenza, donde residía su padre Roger de Fos. Era vástago de una poderosa familia, la de los señores de Fos, con fama de belicosos, rebeldes y renuentes a todo vasallaje, amos del pequeño puerto de Fos-sur-Mer. A la muerte de su tío Bertrand, su padre se instaló en Hyéres, donde aquél vivía solo. La familia prestaba particular atención al Temple, que poseía encomiendas en Provenza. Su pariente Hugues de Fos había sido maestre precisamente allí.
Eran los Fos propietarios de tierras al este de la embocadura del Ródano (la mitad oriental de la diócesis de Toulon) y obtenían grandes utilidades de la comercialización de la sal.
Roncelin era el hijo menor y, de acuerdo a las costumbres de la época, estaba destinado al clero. Joven ingresa a la Orden del Temple. Muchos fueron sus viajes y pronto alcanza altas dignidades. Así es que lo encontramos mencionado como maestre de la Casa de Tortosa, en Siria, donde el 17 de junio de 1242 se halla presente en un arbitraje entre el Temple y el Hospital.
Una tragedia espantosa había ocurrido en la adolescencia de Roncelin que lo marcaría profundamente para toda la vida. En Béziers, no lejos de Fos, 100.000 cátaros habían sido masacrados el 22 de julio de 1209 por el ejército de Simón de Montfort. La orden de éste es conocida: «Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos». El joven vizconde Roncelin contaba a la sazón unos quince años y comenzó a detestar la intolerancia de la Iglesia católica por esta carnicería. Esto lo motiva para ayudar a los cátaros en carácter de vasallo del rey de Aragón en la batalla de Muret de 1213. Sin duda, este espíritu belicoso y antieclesiástico era el signo de su familia, que no se sometía a nadie y que, cuando no había enemigo a la vista, luchaban entre ellos.
Roncelin nació y vivió en el medio de los templarios, pero paralelamente a su labor en la estructura visible de la Orden participó en en el trabajo de la «Orden Secreta» («Secretum Templi»). Nos ilustran al respecto los interrogatorios a los caballeros durante el infame proceso, interrogatorios llevados a cabo por gente hábil y astuta, interesada en descubrir qué ideas circulaban en el Temple, pues la cuestión residía en saber si los caballeros habían adoptado el gnosticismo, el maniqueísmo o el catarismo, y en tal caso el grado de su adhesión a doctrinas dualistas sostenedoras de la existencia de dos divinidades: el Bien y el Mal. Incluso preocupaba la cuestión de si se habían convertido al Islam. Pero, por sobre todo y lo primero en importancia, era establecer si los templarios consideraban a Jesús como un falso profeta, como un delincuente común crucificado por sus delitos. Si esto era así, los templarios estaban crucificando a Jesucristo por segunda vez como declaró absurdamente el rey Felipe el Hermoso.
Los inquisidores conocían muy bien este enigma. Cien años antes, algunos cátaros conocidos como los «perfectos» ya sabían de esta versión de Jesucristo. Todo esto era conocido por los altos dignatarios de la Iglesia y guardado celosamente en los archivos vaticanos. Quienes quisieron difundirla, cátaros y judíos entre otros, fueron perseguidos y muchas veces exterminados y sus documentos destruidos. Pero, antes de su destrucción, los cátaros informaron al Temple, el que debió padecer a su turno tortura y muerte. Durante los interrogatorios en el proceso al Temple, algunos prisioneros evidenciaron que poseían conocimiento al respecto. El problema es sin duda el detectar sus fuentes de información, ya ésta proviniera de manuscritos hallados en Tierra Santa, ya fuera comunicación de sabios iniciados árabes o cabalistas judíos, o bien que proviniera de los «perfectos» cátaros. El hecho reside en que el Jesús histórico diferiría considerablemente de la leyenda que la Iglesia católica impone a sus fieles. Lo más probable es que tales secretos fueran perfectamente conocidos por los maestros del «Secretum Templi») en los más altos niveles de la Orden. Que tal organización oculta existía no cabe la menor duda. Existen testimonios de antaño al respecto. En Inglaterra, durante el proceso a la Orden, los caballeros William of Poklington, Stephen of Stapplebrugge y John Stoke declararon paladinamente: «En el Temple hay dos clase de recepción. La primera supone el ingreso a la Orden y transcurre sin nada especial en las ceremonias. La segunda tiene lugar años más tarde, a veces muchos. Está reservada a unos pocos y es muy secreta». Todo esto era y sigue siendo rigurosamente exacto. Uno de los dignatarios de la Orden, Geoffrey de Gonneville, preceptor de Aquitania y Poitou, declaró en el proceso: «Muchos suponen sin saber que las ceremonias secretas son algo malo y contrario a Dios, introducido por el maestre Ronscelin de Fos. Él hizo modificaciones en los estatutos de la Orden», aclarando acto seguido que todo cuanto se hacía era bueno, noble y reservado a las almas más puras, lo que también es absolutamente exacto. En la Orden primitiva, sin embargo, el maestre general no podía acceder a los niveles y grados más altos, pues él debía ser ante todo un guerrero y no un esoterista. Vemos, por tanto, que el Temple no era ni es lo que suponen muchos confundidos que se dicen templarios y que reducen su vida espiritual a misa y comunión todos los domingos.
Precisamente, fue al parecer Roncelin de Fos quien introdujo la denegación de Jesús como profeta y mesías. Mucho sabía él de la verdadera historia de los orígenes del cristianismo. Su tésis era la negación de la divinidad de Jesús y un retorno al Dios Único común a cristianos, judíos y musulmanes. Así surge dentro del Temple una estructura o jerarquía oculta cuyos miembros no eran conocidos por la mayoría de los hermanos. Hay quienes sostienen que de ahí surgió el uso de rechazar la cruz. Quienes se negaban a hacerlo eran enviados a luchar y morir en Tierra Santa, los que acataban permanecían en Europa a fin de ser gradualmente introducidos en los conocimientos esotéricos. El objetivo último era el ideal sinárquico de conquistar el mundo entero para el nuevo ideal. Al saberse esto por infidencia de algún caballero, constituyó un nuevo y poderoso motivo para que Felipe el Hermoso y su aliado Clemente V quisieran destruir la Orden del Temple. Pero había otros rencores y otras causas, entre ellos la cuantiosa deuda del rey con el tesoro de la Orden. Y así naufragó el proyecto que hubiera conducido a una Europa unida y a una religión común para todos. Pasemos a la época en que Roncelin de Fos se desempeñó como maestre de la Orden en Provenza de 1248 a 1250. Durante este periodo, él debió manejar muchos asuntos, especialmente cuando fue enviado a España por Guillaume de Sonnac en remplazo de frey Pelage, enviado a Damieta, Egipto.
Se afirma que en Mallorca Roncelin asistió a la ruptura de la Provenza con la Corona de Aragón y que se alió con Guillaume de Sonnac. De 1252 a 1256, como Maestre de Inglaterra debió resolver diferentes litigios en ese país. De retorno en Francia, y de nuevo maestre de las casas en Provenza de 1260 a 1278, llevó a cabo su tarea con eficacia, acordando derechos en diversas comunas de Occitania, recibiendo muchos legados para la Orden y atrayendo a esta muchos nuevos hermanos caballeros.
En 1272 logra persuadir u obligar al obispo de Aviñón, donde el maestre Roncelin residía habitualmente entonces, a construir la capilla de la casa del Temple en esa ciudad. Muchos manuscritos citan su presencia para esa época en multitud de lugares: en Inglaterra, en España, en Tierra Santa y en las ciudades siguientes: Le Port-Sainte-Marie, Marestaing, Larramet, Martel, Carnac, Loupiac, La Selve, La Clau, Carcassès, Jalez, Puy-en-Velay, Arles, Fos, Valence, Lus, Toulouse, Tortose (Tierra Santa), Orange, Saint-Gilles, Richerenches, Montpellier, Roaix, San Juan de Acre (Tierra Santa), Lacapelle-Livron, Drulhe, Avignon, Vaour, Montricoux, La Ville-Dieu-du-Temple, Gap et Embrun, Marseille y Sainte-Eulalie-de-Cernon. Estos múltiples viajes nos hablan de la importancia y rango que había alcanzado el Maestre Roncelin dentro de la Orden del Temple.
Es interesante señalar que existe un manuscrito sobre la genealogía de los Señores de Fos en el que se menciona que Roncelin de Fos desposó a Mabile d'Agoult. Esto fue sin duda una contravención a la Regla del Temple. De ese matrimonio nacieron cuatro hijos: Rogeiret, Rossolin, Rossolinette y Consoline.
En 1278 hallamos a Roncelin en la casa de Sainte-Eulalie de Cernon. Muy probablemente en esta comandería de Larzac, país de su antepasado Arnaud de Bedos, el maestre Roncelin falleció cuando contaba alrededor de ochenta años de edad. Y se llevó con él secretos no develados.
Sello de Roncelin de Fos, maestre de la Orden del Temple de Provenza (segunda mitad del siglo XIII), representando el Agnus Dei. El asta sostenida por el Cordero lleva la cruz paté. (Archivos departamentales de Bouches du Rhône, Marsella, Francia).

Las dos funciones de Roncelin de Fos, alto dignatario de la Orden del Temple y maestre de la «Orden Secreta», nos recuerdan a las dos caras del Bafomet. Y cabe preguntarse respecto de la relación de este último con la «ciudad de los sacerdotes druidas» o Bethphagé, mencionada en la carta nº XII de San Bernardo de Clairvaux a Hugues de Payns. Esto tiene relación con el Bautismo del que se denomina «Hombre Primordial» entre los celtas, lo que corresponde a quien no ha iniciado un camino iniciático. Y es tradición que San Bernardo fue iniciado en su juventud por los druidas, iniciación que a su vez transmitió a los caballeros fundadores del Temple.
En 1240, el copista Robert de Samfort, procurador del Temple en Inglaterra, redacta sobre pergamino una parte de la famosa «regla secreta de la Orden», si bien hay autores que afirman que la primera parte fue escrita por Mathieu de Tramlay.
Hacia fines del siglo XVIII, Münter, obispo [luterano] de Copenhague, descubrió en los archivos del Vaticano el manuscrito en cuestión conteniendo los «estatutos secretos» del Temple. Existen al parecer dos copias, una en el Vaticano y otra en Hamburgo.