sábado, 11 de noviembre de 2017

HOSPITALARIOS y linaje FERNANDEZ HEREDIA


Convento e Iglesia SAN FRANCISCO en TERUEL
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Noticia de D. García Fernández Heredia
El primero en proporcionar noticias sobre el origen los Heredia fue Miguel Martínez del Villar, quien nombra a los hermanos de Juan Heredia, Blasco y Donosa, casada ella con el también munebrense Sancho Gonzáles de Heredia (Juan Agustín Funes, Tratado del patronado, antigüedades, gobierno, y varones ilustres de la ciudad, y comunidad de Calatayud y su arcedianado, Zaragoza, 1598, pág. 16)
De Juan Fernández Heredia, personaje singular de la corte aragonesa y tío de nuestro D. García, se sabe que pertenece a una familia de la pequeña nobleza de Albarracín. Fue hijo de García Fernández Heredia, nombre que heredaría nuestro biografiado, y hermano de Gonzalo, probable primogénito, de Donosa y de Blasco, que fue Justicia de Aragón(1360-1362), (Juan Manuel Cacho Blecua, El gran maestre Juan Fernández Heredia, 1997, Zaragoza, p. 13).
García Fernández, padre de Juan, rigió el castillo de Ródenas (Teruel) a instancias de Jaime II, 1323, y en 1316 es lugarteniente del mayordomo de la infanta doña Leonor.
Juan Agustín Funes, en su Tratado del patronado, antigüedades, govierno y varones ilustres de la ciudad y comunidad de Calatayud y su arcedianado, entre otros hombres ilustres, cita a estos dos miembros destacados de la familia Fernández de Heredia, como son Juan Blasco y su sobrino García Fernández Heredia, arzobispo que fue de Zaragoza.
De Juan se dice, sin embargo, que “nació en Munébrega, en los palacios de su casa del castillo, a cuya iglesia dio muchos ornamentos”, etc. (Juan Manuel Cacho Blecua, o.c. p. 15 y ss.).
Según estima este autor, pudo haber nacido en 1310, puesto que figura ya como freire del Hospital en el 5 de octubre de 1328. Fue nombrado maestre de la orden sanjuanista por Benedicto XIII, el papa Luna, en Aviñón, ciudad donde D. Juan residió largamente, como maestre de la orden hospitalaria y siempre al servicio de su rey, Pedro IV de Aragón. (o.c., p. 14).
Es bien sabido que, en la Corona de Aragón, las órdenes de san Juan de Jerusalén y la del Temple predominaban sobre las nacionales de Santiago y Alcántara y Calatrava.
En el museo de Munébrega se conservan retratos de munebreses ilustres, entre ellos uno que representa a Juan Fernández, atribuible a Tomás Peliguet, “artista de formación italiana”, contratado en 1571 para realizar los retratos de la orden del Hospital, ya que entre los escudos que se le encomendaros figura el de un tal Heredia. ( Juan Manuel Cacho, o.c., p. 16).
Juan, después de haber fungido como lugarteniente del comendador de Alfambra, de la que acabó por ser titular, hacia 1337, y luego de Villel, entre 1338 y 1339, y sobre todo en castellán de Amposta, se convertiría en uno de los apoyos más decisivos de Pedro VI, lo que les sirve para escalar honores y puestos en la escala social. Al rey le debe los siguientes dominios: Torres de Montes, Vicién, Blecua, Fraella, Maria de Huerva. Fuedetodos Alcalá de la Selva y Valacloche. Otros bienes añadidos por la familia son Jaulín, Mediana, Ayles, Tormón, El Cuervo, Valbona, Alfambra, Sarión y Mora de Rubielos.
No deja de favoreces a los miembros de su familia, cuyo patrimonio incrementa con sucesivas concesiones y compras. Un sobrino suyo, Blasco Fernández de Heredia, hermano de D. García, compraría Mora y Valbona por 280.000 libras barcelonesas, en el 17 de octubre de 1387, y establece en su espléndido castillo la casa señorial de los Fernández Heredia, que alcanzarían la categoría de marquesado.
No cabe la menor duda de que Juan Fernández Heredia es la figura más sobresaliente de la familia Fernández Heredia, cuyo influjo en favor de sus familiares no debió de ser poco. Consta el rápido ascenso político de Juan, desde sus inicios en la orden sanjuanista, requisito necesario para acceder a otras instancias, como la de caballero o sacerdote. “El caballero sanjuanista disfrutaba de un alto rango en la sociedad y se lucraba de la potencialidad económicas de la Orden” (p. 17). Y da un salto importante cuando, entre octubre de 1338 y mayo de 1339, por sus relaciones con Pedro IV, coronado en Zaragoza, en 1336, entra a formar parte de su Consejo Real. No parece sino que su nombramiento estaba relacionado con su representación del elemento eclesiástico. Fue un paso decisivo; el Consejo, tan numeroso que sobrepasaba los 50 miembros, entendía en los asuntos de mayor relieve de la Corona, tales como “las relaciones con Castilla o los conflictos de las Uniones”. (Ibid., p. 19). Lo formaban príncipes, el obispo confesor del rey, nobles de muy diversa índole, jueces, secretarios y representantes de Barcelona, Valencia, Zaragoza, Lérida, Gerona y Perpiñán. No se sabe cómo surgen la relación entre el rey y su protegido, pero de su preeminencia en la corte, habla claro el hecho de que figure ya, por parte aragonesa, a la par del maestre de Alcántara, en la capitulación que establecen Alfonso XI de Castilla y Pedro IV de Aragón, en 1339, a fin de prevenir los posibles ataques que les puedan inferir los reyes de Marruecos y Granada (Ibid., p. 20). Y efectivamente, logra suceder, no sin sufrir de su agraviado antecesor graves contratiempos, como la prisión, al castellán Sancho de Aragón, en la castellanía de Amposta, agobiado por sus retrasos en el pagos de sus gabelas al rey.
Las castellanía representaban la vanguardia cristiana, en la lucha de la reconquista contra el Islán. Culminaría su carrera con el nombramiento de gran maestre del Hospital, el cargo más eminente en la Orden de san Juan de Jerusalén, que ejerce desde 1377 a 1396, fecha de su muerte. Dio muestras de su destreza política en sus relaciones con los reyes Pedro IV y Juan I de Aragón, y con los papas Inocencio VI, Gregorio XI, y Clemente VII, lo que le forzó a vivir gran parte de su vida en Aviñón. Su obra literario es muy estimable, por cuanto constituyó un equipo de traductores al aragonés de una cantidad muy notable de obras latinas y griegas.
Se desconoce, en realidad, cuál sea el origen lejano preciso de los Fernández de Heredia, dado el afán de emparentarles con linajes legendarios (Cf. Juan Manuel, p. 63). Si hay que situar el solar familiar en Munébrega, lo más probable es que también nuestro García Fernández Heredia tuviera allí su lugar de nacimiento o en Zaragoza, lugar de residencia del Justicia de Aragón (1360), su padre, casado dos veces, con Teresa Centelles primero, y con Toda Ruiz después. Hijos de este segundo casamiento con Dª. Toda son dos varones y dos hijas: D. García, nuestro hombre, su hermanos D. Blasco (1411), señor de Foyos, que casaría su vez con Dª. Violante Boil, Juana y Teresa.
D. Juan poseyó casas en Teruel, que pasan a manos de D. García, de las que haría donación a la comunidad franciscana de las que situadas a espaldas del ábside de la iglesia, con motivo de su construcción, destinada a ser su iglesia mortuoria. De este dato se sirve el P. León Amorós para suponerlo nacido aquí.
1El nombre de García Fernández de Heredia aparece ya registrado en 1319 en la encomienda de Villel.
D. García goza en todo momento de la protección singular de su tío, que se mueve con holgura en la corte papal de Aviñón. Nada de extraño tendría que ese patronazgo pesara al momento facilitarle la silla episcopal de Vich, y luego, en 1389, a la arzobispal de Zaragoza. Poco sabemos de su actuación eclesial y política. Es de suponer que cuando, a imitación de su tío, que erige una iglesia mortuoria en Caspe, D. García decide hacer lo propio en el la iglesia que regentan en Teruel los religiosos franciscanos, llevado de su devoción a los santos mártires, Juan de Perusa y Pedro de Saxoferrato, venerados en su iglesia.
Debía de contar ya con una edad avanzada cuando decide erigir dicho templo a toda prisa, ya que encomienda las obras a dos arquitectos, Conrat Rey y Gonzalo de Vilvo, para que la concluyan en el término de diez años, desde 1292 hasta 1302. No erró mucho el prelado la cuenta sobre su propio longevidad, si advertimos que diez años después, aunque no por causas naturales, entrega su alma a Dios. Con todo, debió de influir asimismo en su ánimo el cometido de dejar en su diócesis construcciones no menos monumentales, como las iglesias de Valderrobles, menor que la de Teruel, pero más suntuosa, y la de Mora, de sillería rodena más deleznable.
Ocurre que, como hombre eminente que es, forma parte del grupo de notables que, en 1411, debaten en las Cortes de Calatayud sobre la difícil sucesión al trono que plantea a la regencia la muerte de Martín I, el día 31 de mayo de 1410, sin haber designado sucesor, en medio de encontradas apetencias entre presuntos herederos y las ya endémicas banderías entre nobles que dividen el reino.
Después de enconados debates, se decanta la mayoría de compromisarios por la candidatura favorable a Fernando de Antequera, determinación en la que pesa de modo decisivo la convencida intervención D. García, lo que le acarrea al punto la condena unánime de sus adversarios, quienes, comandados por Antón de Luna, partidario de Jaime de Urgel, al regreso del arzobispo a Zaragoza, emboscados en algún paraje entre La Almunia y Almonacid, le salen al camino y consiguen darle alevosa muerte.
Se le entierra provisionalmente en la Almunia, desde donde, por disposición del arzobispo de Zaragoza, D. Alonso, sus restos se trasladan a nuestra iglesia, según letras dadas en Muel a 29 de agosto de 1427. Posteriormente, el año 1737, sus restos, enterrados inicialmente bajo la verja del presbiterio, del lado del altar de san Antonio, fueron colocadas en un sarcófago, a nivel del presbiterio, en el lado del evangelio, sustituido después por el actual, en el mismo siglo.
No nos han llegado noticia de la solemne ceremonia del sepelio en nuestra Iglesia, con que se cumplía el objeto que había inspirado su construcción, presumiblemente con la acostumbrada asistencia de familiares, asentados en la cercana población de Mora, nobles, autoridades civiles y eclesiásticas, miembros de la comunidad, clero local y fieles te todo Teruel.
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http://www.ofmval.org/7/ara/20ter/04conv/02igle.php