miércoles, 18 de octubre de 2017

SAN JUAN DE ACRE

El derrumbe de San Juan de Acre fue traumatico para los cristianos occidentales del siglo XIII puesto que representó el punto final de las cruzadas, la derrota definitiva a manos del Islam y el abandono del ideal cruzado.
Antecedentes:
A finales del siglo XIII, tras la muerte del rey Luís IX de Francia en Túnez y el fracaso de la octava cruzada, los estados cruzados en Tierra Santa, bien armados y poderosos en sus inicios, se encontraban colapsados ante los avances del ejército mameluco.
Latakia fue capturada en Abril de 1285, posteriormente cayó la potente fortaleza de los Hospitalarios, al-Marquais. Luego la ciudad de Trípoli en abril de 1289, siguiéndole los enclaves de Botron y Nephin.
Acre, una de las pocas fortificaciones que aún quedaban en manos de los cruzados, quedó en una posición peligrosa. Templarios y Hospitalarios que preveían la posibilidad de un ataque al que difícilmente podrían hacer frente, solicitaron ayuda a Occidente. El papa Nicolás IV mandó dos respuestas, una en Septiembre de 1288 y otra en Octubre de 1290, sin prometer ayuda alguna e indicando que se mantuviesen alerta.
En Occidente el espíritu cruzado ya no calaba en las gentes y los grandes príncipes tenían problemas más cercanos que requerían su mayor atención. Felipe IV de Francia junto con el Papa Nicolás IV estaba enfrascado en una interminable guerra contra Génova y Aragón por Sicilia y Eduardo I de Inglaterra estaba inmerso en la conquista de Escocia donde Alejandro III había muerto en 1.286.
De esta forma, cuando volvió a predicarse la cruzada por toda Europa, el llamamiento del Papa solo caló en gentes humildes y campesinos, y ningún rey europeo decidió participar. Algunos gobernantes, sin embargo, enviaron pequeños contingentes de soldados y avituallamiento, prometiendo más ayuda en un futuro inmediato.
Con esta aparente calma, desde la primavera de 1.290 el comercio había florecido en Acre y por las calles abundaban los mercaderes musulmanes. Cuando llegaron los nuevos cruzados empezaron a causar problemas, puesto que más que soldados eran borrachos, ladrones y pendencieros. A las autoridades locales les resultaba muy complicado controlarles puesto que prácticamente no seguían ningún tipo de disciplina.
A finales de Agosto estalló una revuelta y hordas de estos nuevos cruzados se precipitaron por las calles matando a todos los musulmanes que pudieron encontrar.
La noticia de la matanza llegó pronto a oídos del sultán que montó en cólera, exigió la entrega inmediata de los cabecillas y, al no recibir satisfacción, decidió lanzarse sobre los restos del reino franco. Sin embargo, Qalaun murió a final de año. Su hijo Al-Ashraf Khalil le juró, en su lecho de muerte, completar la tarea que él no pudo llevar a término.
Aislamiento y cerco:
En 1291 el nuevo sultán Al-Ashraf se dirigió hacia Acre, capturando las caravanas de ayuda, incluidas algunas fuerzas templarias, cuyos componentes fueron hechos prisioneros. Al-Ashraf Khali, escribió al Gran Maestre del Temple informándole que reconquistaría Acre para el Islam.
El 5 de Abril de 1291 el ejército mameluco de Al-Ashraf Khali se situó frente a los muros de Acre, cubriendo las llanuras en torno a la ciudad. Bajo sumando se hallaban 160.000 soldados de infantería y unos 60.000 de caballería, que junto a las 100 eficaces catapultas se mostraron enormemente superiores a las defensas de la ciudad: 14.000 soldados de a pié y unos 800 caballeros.
Era evidente que se imponía una negociación, pero Al-Ashraf no aceptó sino la rendición incondicional.
Dentro de los muros, los maestres del Templo Guillermo Beaujeu y del Hospital Jean de Villiers, habían hecho venir a sus mariscales Godofredo de Vendac y Mateo de Clermont y habían reunido todas sus tropas disponibles. También estaba presente el recién nombrado maestre de la orden de los caballeros teutónicos Conrado Feuchtwangen y había traído consigo muchos caballeros de Europa. El rey Enrique que había sido coronado en Chipre en 1.285 y reconocido como señor del reino de Jerusalén el 15 de Agosto de 1.286, envió un contingente al mando de su hermano Amalrico. El rey de Francia mantenía tropas en la ciudad desde la época de Luis IX al mando de Juan de Grailly y el rey Inglés también envió algunos caballeros mandados por Oton de Grandsdon.
Sin embargo todas estas fuerzas no se acercaban ni de lejos a las que el sultán había reclutado para sitiar y conquistar la ciudad, y esta superioridad numérica se dejó sentir claramente durante los días venideros.
La Ciudad Real de San Juan de Acre estaba situada de espaldas al mar Mediterráneo, rodeada por éste por el sur, por el este y por el oeste, formaba una pequeña península y dominaba la bahía que llevaba su nombre. Tenía una doble fila de murallas y doce torres que habían sido reforzadas hacía poco. En la parte norte se encontraba el barrio de Montmusart y, al sur de éste, la muralla torcía bruscamente en dirección oeste y formaba un ángulo recto bajando en dirección sur hasta encontrar el mar. Todo este saliente era dominado por la Barbacana del Rey Hugo.
Penetraba poco más de 1 Km. en dirección oeste en su parte más ancha y, desde el puerto, ocupaba unos 2 Km. en dirección norte. Distaba 50 Km. de Tiro por el norte, unos 70 de Tiberiades por el este y unos 30 de Nazareth por el sur. El castillo estaba situado delante del bario de Montmusart y pegado a la muralla interior.
Solo tenía dos puertas terrestres, la de Maupas en el norte dando acceso al Montmusart y la de San Antonio en la parte central junto al castillo.
Fue toda en esta zona central, considerada la más vulnerable a pesar de contar con las torres de la Condesa de Blois, Inglesa, del Rey Enrique, la torre Maldita y la barbacana del Rey Hugo donde se estableció la defensa de las tropas enviadas por el rey Enrique de Chipre.
Arriba, en el norte de Montmusart, ocupándose de la puerta de Maupas, se organizó la Orden del Templo y frente a éstos, el ejército de Hama al mando de su señor Al-Malik. A continuación del Templo y hasta la torre de San Antonio, se situó la Orden del Hospital enfrentándose al ejército de Damasco mandado por Ruk ad-Din Toqsu.
El poderoso ejército egipcio, con el sultán al mando, ocupó la llanura hasta la bahía haciendo frente a las tropas del rey Enrique con su flanco derecho y a Pisanos, Venecianos y Caballeros Teutónicos con su flanco izquierdo.
Poco después del comienzo del asedio, el 15 de Abril, Templarios y Hospitalarios que se hallaban acuartelados en Montmusard, mandados por el Gran Maestre Guillermo de Beaujeu, intentaron un ataque nocturno por sorpresa contra el ejército mameluco. Inicialmente, el elemento sorpresa funcionó como se esperaba pero, a lo largo de las siguientes horas, las fuerzas cristianas se vieron obligadas a retirarse con graves pérdidas.
El 4 de Mayo el rey Enrique llegó de Chipre con refuerzos, pero pronto se vio que eran insuficientes. Ante esta situación, envió dos emisarios al campamento del sultán que les recibió fuera de su tienda y les inquirió sobre si traían llaves de la ciudad. Ante la negativa de aquellos, se negó a escucharles.
Poco tiempo después, la barbacana del Rey Hugo, justo delante de la Torre del Rey Enrique, hubo de ser abandonada y durante la semana siguiente, los zapadores del sultán minaron las torres Inglesa y de la Condesa de Blois. Toda la muralla exterior se derrumbaba ante el bombardeo incesante de las catapultas y los mandrones del sultán. El 15 de Mayo, las fuerzas de Al-Ashraf atacaron la puerta de san Antonio (una de las principales entradas a la ciudad), siendo, inicialmente, rechazados por defensores templarios y hospitalarios tras un duro enfrentamiento. No obstante, las fuerzas mamelucas continuaron atacando de de manera constante la ciudad.
El asalto:
Acre estaba debilitada, soldados mamelucos habían estado bombardeando las torres de la ciudad con sus eficaces catapultas que arrojaban enormes cantidades de grandes proyectiles de piedra, consiguiendo, finalmente acceder a la ciudad el 18 de Abril de 1291 a través de una enorme grieta en la muralla sur, justo en la torre Maldita, por donde irrumpieron en masa los mamelucos rechazando a los defensores hasta muralla interior. Antes de entrar, Al-Ashraf ordenó el asalto acompañado de un importante número de tambores, trompetas y cimbales. Eficaces arqueros prepraban el camino a la primera línea de atacantes compuesta por escuadrones suicidas.
El Templo y el Hospital tuvieron que acudir a reforzar el sector, pues en el suyo, la presión de los ejércitos de Hama y Damasco era mucho menos fuerte. Sin embargo toda la zona estaba perdida pues más al sur, Otón de Grandsdon había cedido ante el empuje atacante y había perdido la torre de San Nicolás. Los musulmanes ya corrían por las calles arrasándolo todo a su paso.
El maestre del Templo Guillermo Beaujeu fue mortalmente herido en la contienda por la torre Maldita, falleciendo esa misma tarde, al igual que el mariscal del Hospital Mateo de Clermont. El maestre del Hospital Jean de Villiers fue herido de gravedad y, contra su voluntad, embarcado por sus hombres. Oton de Grandsdon embarcó a todos los hombres que pudo reunir y, el rey Enrique junto a su hermano Amalrico, lo hicieron también.
La ciudad estaba definitivamente perdida y entre la aterrada población cristiana se entabló una carrera desesperada huyendo presa de pánico hacia los muelles e intentando caóticamente encontrar sitio en los pocos buques disponibles.
En el puerto, el caos fue total: en los barcos no había suficiente lugar para todos, algunos fueron literalmente abordados y hundidos por el excesivo peso de las atemorizadas gentes. Mujeres y niños buscaron refugio junto a los templarios quienes pusieron a disposición cuantas naves pudieron antes de que los mamelucos consiguieran llegar al puerto. Estos, al llegar dieron muerte a todo aquel que no consiguió embarcar. El número de víctimas aquel día es imposible de calcular.
Al-Ashraf había conseguido reconquistar la mayor parte de Acre, únicamente la fortaleza templaria situada al suroeste de la ciudad de espaldas al mar, donde unos cuantos caballeros se habían refugiado defendiendo a los civiles que habían logrado escapar de la masacre en los muelles, continuaba en manos cristianas.
Tras varios días de bombardeo, el sultán, viendo la determinación de los defensores, les ofreció la posibilidad de embarcarse sin ser molestados. El 25 de Mayo, Pierre de Severy, comandante de los templarios, se avino a la rendición con la única condición de obtener salvoconductos hacia Chipre para los refugiados civiles. Emisarios musulmanes entraron para controlar los preparativos. Sin embargo los mamelucos comenzaron a incomodar a los civiles y procedieron a izar la bandera del Islam, momento en que mujeres y niños insultaron con fiereza a los mamelucos incitando a los templarios a evitarlo. La disputa se saldó con la muerte de la pequeña fuerza mameluca, el cierre de las puertas de la fortaleza templaria y la puesta de nuevo en su lugar del Beausant, el estandarte templario. Esa misma noche, el comandante Teobaldo Gaudin (quien se convertiría en el próximo Gran Maestre) consiguió hacer una salida y poner velas hacia Sidón llevándose, según se cuenta, el tesoro templario, algunas sagradas reliquias y unos pocos civiles.
El final:
Al día siguiente el sultán volvió a ofrecer las mismas condiciones a los defensores, pero cuando Pedro de Sevrey salió con un pequeño séquito a tratar de nuevo los términos de la rendición, fue apresado y muerto en el acto como venganza.
Los restantes templarios que habían permanecido dentro de la fortaleza, exaustos, heridos y desavituallados, decidieron seguir defendiendo la guarnición, peleando durísimamente y consiguiendo rechazar varios ataques mamelucos, Por su parte, estos procedieron a minar los muros de la fortaleza con el objetivo de conseguir abrir una brecha y lanzar sus tropas por ésta. El 28 de Mayo las explosiones derrumbaron parte del amurallamiento permitiendo la entrada de 2000 mamelucos. Los templarios, muy inferiores en número sucumbieron rápidamente, pero en ese instante el edificio se vino abajo, probablemente volado por los últimos caballeros, matando a defensores, atacantes y últimos civiles sin distinción. Acre había caido.
Después de tener el control de la ciudad, el sultán ordenó su destrucción. Lo mismo le ocurrió a Tiro, Sidon, Beirut, Haifa y a los castillos templarios de Tortosa y Athlit que cayeron inmediatamente después.
Todas las ciudades y castillos a lo largo de la costa fueron destruidos y sus murallas abandonadas. El tiempo y la vegetación se encargaron de enterrar los últimos vestigios de los estados latinos de Oriente.
Repercusiones:
Las órdenes del Templo y del Hospital se retiraron a Chipre donde estos últimos se hicieron fuertes hasta su marcha y conquista de Rodas en Agosto de 1.308.
Los templarios corrieron peor suerte, en 1.306 surgieron rumores que vinculaban a la orden con prácticas satánicas, ritos blasfemos y ceremonias herejes y un año después el rey Felipe de Francia ordenó la detención de todos sus miembros y todos los países europeos le imitaron por orden del Papa.
La Orden del Templo de Salomón dejó oficialmente de existir en Marzo de 1.312. Su último gran maestre Jaques de Molay fue quemado vivo en París dos años después y gran parte de sus posesiones pasaron al Hospital.
Por su parte, la Orden Teutónica del Hospital de Santa María trasladó sus bases a Venecia primero y a Prusia en 1.309 donde aumentó enormemente sus posesiones y su poder.
Nunca más Occidente intentó lanzar una cruzada para la recuperación de los santos lugares de la cristiandad. Se organizaron expediciones como la que terminó con la masacre de toda la población árabe de Alejandría en 1.365, pero poco después, la expansión del Imperio Otomano trasladó la preocupación a Europa Oriental.
Sin duda, la pérdida de la Ciudad Real de San Juan de Acre en 1.291 supuso la muerte del espíritu cruzado como tal y el fin definitivo de ultramar