Sanlúcar de Barrameda tiene en sus calles un gran secreto,
un secreto de otro tiempo, más allá de lo explicable por la Historia y lo
incomprensible de algunas decisiones más interesadas que piadosas o religiosas.
Para descubrir este misterio debemos trasladarnos a la
iglesia de la Santísima Trinidad de esta bella localidad gaditana, allí, en un
templo mudéjar del siglo XI encontramos el objeto de nuestra curiosidad
Se trata de una tumba templaria cargada de simbología,
pertenece al padre del conquistador Alonso Fernández de Lugo, general de las
costas de África, adelantado mayor de Canarias y fundador de la cálida ciudad
de La Laguna.
Su tumba es sorprendente por los atributos simbólicos que en
ella encontramos: el personaje representado porta un sombrero que es igual al
de los magos de la baraja del Tarot, igualmente un ocho horizontal nos hace ver
como esta persona trataba de trascender a temas del alma, de equilibrar la
materia con el espíritu.
El personaje de la intrigante lápida tiene las manos unidas,
como si estuviera rezando, en un gesto de oración y recogimiento. En su cintura
destaca un cíngulo como símbolo de los votos de pobreza, obediencia y castidad.
No puede faltar el símbolo de la fidelidad a los pies del
caballero que encarnan dos perros; igualmente dos ángeles junto a su cabeza que
simbolizan el Alfa y el Omega, el principio y el fin, la vida y la muerte, lo
positivo y lo negativo. Quizás porque también era poseedor de conocimientos
esotéricos o de alquimia.
Hay en el conjunto de su lápida dos cruces patadas, paté,
que eran el emblema de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, la Orden
del Temple.
Así sabemos que su morador fue Comendador Templario,
iniciado en artes esotéricas, gnosticismo cristiano, cábala hermética y quizás
otros conocimientos ocultos menos propios de un caballero.