domingo, 15 de octubre de 2017

LA ENFERMERÍA EN LA VIDA CONVENTUAL DE LOS TEMPLARIOS

No era ninguna broma ingresar en el Temple. El breve esbozo que hemos trazado de un refectorio poblado de efigies silenciosas da una idea bastante débil de la disciplina de la casa. Sólo había un lugar donde ésta se relajaba pasajeramente y por necesidad: la enfermería.

Porque hay que resaltar una vez más que sería erróneo creer que los templarios deseaban la emancipación del cuerpo y su destrucción progresiva para vencer la tentación y acceder más rápidamente al paraíso. Al contrario, estos hombres buscaban Un justo y difícil equilibrio entre la salud del espíritu y la del cuerpo.

El hermano enfermero tenía conocimientos médicos suficientes para curar las enfermedades ordinarias, concretamente las fiebres traídas de Oriente, aunque también las engendradas por la proximidad de los pantanos y de aguas estancadas, los constipados y la flojedad de vientre.

Sin embargo, para los casos graves y con el consentimiento de comendador, el enfermero pedía consejo al miège fésicien (médico). Sin la autorización del comendador no podía rapar barbas, sajar las llagas o recetar medicación. Se cree que los
templarios tenían médicos árabes, ya que se sabe de los progresos que hicieron en terapéutica gracias a remedios diversos ,

El hermano enfermero tenía que velar escrupulosamente para que se aplicara el reglamento apropiado a su servicio. Sin embargo, debía hacerlo con cortesía y disección. Por ejemplo, preguntaba a los hermanos enfermos lo que querían comer. Pero este reglamento merece una atención especial, pues refleja bastante bien la atmósfera que envolvía a los templarios.

Los enfermos podían comer carne todos los días de la semana salvo el viernes, mientras que los que estaban en buen estado de salud sólo lo hacían tres veces por semana y el resto del tiempo tenían verduras y pescado, lo cual constituía una dieta excelente.

Los hermanos viejos o no del todo sanos podían ir a la mesa de la enfermería. Los que se habían sometido a una sangría podían tomar tres comidas como máximo porque necesitaban reconstituirse.

Un enfermo tenía licencia para que le sirvieran la comida tres veces en la cama si lo deseaba. Se daba una habitación individual a todo aquel que se encontrara atacado por la disentería (menoison), por heridas pudendas (naffre), por vómitos, por el frenesí (epilepsia, crisis nerviosa) o por cualquier otro mal susceptible de incomodar a sus vecinos.

Cuando los hermanos ya pueden abandonar la enfermería, su primer deber será oír misa para dar gracias a Jesucristo por su curación; se permite que todavía tomen tres almuerzos en el hospital antes de volver a su lugar en el refectorio y someterse al régimen del convento.

Si un hermano cogía la lepra, no podía permanecer en su templería. Si no pedía abandonarla espontáneamente, los prohombres de la casa debían amonestarle y, si se resistía se le comunicaba su despido y se le daba el hábito de san Leproso, dicho de otra manera, el triste uniforme de los leprosos. Sin embargo, si el hermano se resistiera
absolutamente a partir, se le debe disponer un alojamiento separado y continuar alimentándole.

Fuente:La vida cotidiana de los templarios en el siglo XIII -  Georges Bordonove