jueves, 19 de octubre de 2017

LA ACUSACIÓN DE ADORAR AL DIABLO BAPHOMET


Para los inquisidores era cosa demostrada que los templarios eran enemigos de Cristo y que su profesión de fe no era más que una hipocresía y una burla injuriosa hacia Dios.
Así pues, se les imputaba a los templarios la adoración al diablo, en forma de ídolo como creador del mundo, y de este culto al diablo al pacto con él no había más que un paso.
Para los inquisidores, los musulmanes, tachados de seguidores del diablo, eran los verdaderos conocedores del arte de la brujería y por ello las brujas eran consideradas sus alumnas.
Durante toda la Edad Media, y hasta bien entrado el siglo XVII, la brujería fue una superstición extendida por toda Europa. En todos los países hay registros de procesos inquisitoriales contra brujas. Francia, por supuesto, no se libró y en el siglo XIV el pueblo, dirigido desde los púlpitos de las iglesias, achacaba todo lo que no tenía una explicación fácil y comprensible, y todos los males del momento, a las brujas, dando lugar a un clamor popular general contra la brujería y sus efectos.
El mismo papa Clemente V fue objeto de las sospechas y, según cuenta Villani, corría el rumor de que se había servido de la brujería para tratar de averiguar adonde había ido el alma de un pariente que había muerto.
También Ramon Llull pasaba por brujo y para Santo Tomás de Aquino la brujería estaba al nivel de la astrología.
Roger Bacon colocó a la astrología y a la magia, casi siempre unidas a la brujería, entre las grandes ciencias y decía que tenían su origen en los patriarcas de la Biblia que la habían recibido por revelación divina.
Según él, su utilización estaba permitida en la lucha contra los sarracenos, los tártaros y el anticristo, los cuales sólo podrían ser vencidos mediante su uso.
No debe sorprendernos, pues, que si tal era la opinión de los grandes hombres del momento sobre la brujería, el pueblo no fuera más iluminado.
Al final del siglo XIV esta superstición dominaba de tal manera la sociedad, que la Sorbona se vio obligada a intervenir, por medio de su canciller, no solamente para condenar estas prácticas sino para declararlas supersticiosas.
De esta manera el cuento oscuro y extravagante del gato presidiendo los capítulos de la Orden adquiere significado.
Una vez que se imputó a los templarios la adoración al diablo y la brujería, se puso en evidencia la necesidad de contar con un medio del que valerse para llevar a cabo las actividades propias de tales herejías, así que nada más natural que escoger un ídolo, con forma de cabeza con figura humana, que se reputaba encantada y animada por el Maligno y, que al proceder de Oriente, en Francia y en el resto de Europa, se la conoció como «baphomet».
El objetivo que se perseguía con la acusación de adorar ídolos, era explotar ciertas creencias populares fuertemente arraigadas, infiltrando en las capas más baja de la sociedad la idea de que la Orden había sido corrompida por el Islam, recreando, al mismo tiempo, la idea de que los musulmanes practicaban la idolatría.
Entre los principales artículos de la lista de acusaciones contra la Orden se encuentra la adoración de un ídolo, concretamente en los artículos XLVI a LXIV de la lista papal.
Pero ya en las instrucciones de octubre de 1307 del gran inquisidor para la detención de los templarios se decía que( portan por encima de la camisa una correa que el hermano debe llevar sobre él mientras viva; y se dice que estas correas han sido colocadas alrededor del cuello de un ídolo con forma de cabeza de hombre con una gran barba y que esta cabeza es besada y la adorada en los capítulos provinciales, pero esto no todos lo saben, sino sólo el gran maestre y los antiguos).