jueves, 19 de octubre de 2017

EL MITO ✠ DE BAPHOMET FINAL

EL MITO ✠ DE BAPHOMET 👿 FINAL 😪.
El mito sobre la «cabeza» parece haber tenido su lugar de nacimiento en el Sur de Francia, probablemente en la región de Montpellier y que de aquí se extendió por todo el país, que las declaraciones de los miembros de la orden en España, Inglaterra y Alemania ponen de manifiesto una ignorancia total sobre la misma, y que los templarios que dijeron haberla visto se contradijeron al describirla.
En fin, la conclusión final es que en el ánimo de los inquisidores estaba llegar, a través de la «cabeza», a la adora- ción al diablo.
Es posible, e incluso probable, que los inquisidores, que sabían, bien, por haberlo presenciado personalmente o por relatos de terceros, que los templarios solían exponer en sus iglesias las reliquias a la veneración pública, utilizaran tal conocimiento y cambiaran la veneración a las reliquias de santos y santas en adoración a ídolos.
Esta explicación, aun reconociendo que es mera conjetura, es mucho más lógica que la acusación de idolatría de que fueron objeto los defensores de la cruz por antonomasia: los «Pobres Hermanos del Templo de Jerusalén».
Al respecto Helen Nicholson llega a afirmar que la acusación de que los templarios veneraban una «cabeza» era cierta, pues la Orden veneraba efectivamente las cabezas de por los menos dos mártires: Santa Eufemia en Oriente y una de las vírgenes de Santa Úrsula en París.
Pero una cosa es venerar y otra muy distinta es adorar y este matiz es el que no comprendieron los acusadores, o, si lo comprendieron, lo tergiversaron torticeramente.
En los últimos tiempos ha hecho aparición una nueva teoría que vincula la «cabeza» con la sábana santa de Turín, e incluso con el santo sudario de Oviedo, con lo que la falsedad de la acusación de idolatría quedaría al descubierto ya que la imagen venerada por los templarios correspondería a la del mismo Jesucristo.
El autor Francisco Ansón recoge en su obra la noticia de la aparición en Templecombe ;Sommerset, Inglaterra, con ocasión de la demolición de un edificio que había pertenecido a la Orden, de un panel en el que aparece la efigie de un hombre barbado de inconfundible similitud con el rostro de la Síndome.
En cuanto a la acusación de que, siempre ceñían correas o cordones que habían frotado en la cabeza del ídolo, tiene una base cierta y es que los templarios, como los demás miembros de las órdenes militares, llevaban un cinturón, correa o cordón por debajo de la camisa o hábito, a diferencia de los miembros de las otras órdenes que lo llevaban por encima.
Este cordón, cuyo uso estaba estatutariamente establecido, simbolizaba la castidad y la continencia e, incluso, la discreción.
Lo que era falso es que lo refregaran sobre la cabeza de un ídolo pretendiendo una suerte supersticiosa, pues la realidad era que lo que algunos templarios solían hacer era frotarlo sobre la reliquia de algún santo implorando su intercesión para mantenerles puros y castos.
Esta es la explicación más verosímil y la que deja absolutamente sin contenido la acusación