miércoles, 18 de octubre de 2017

EL CASTILLO DE CORTEGANA Y SU POSIBLE ORIGEN TEMPLARIO


Una teoría atribuye a Pedro Domingo, un caballero originario de Salamanca y perteneciente a la Orden del Temple, la construcción del fortín en la localidad serrana onubense poco después de 1260.
Los caballeros Templarios y su presencia en Huelva han sido objeto de numerosas tesis cuyas referencias se mueven entre lo constatado documentalmente y la verosimilitud que se le quiera otorgar a la leyenda oral. En esta misma línea se articulan las teorías sobre el origen del Castillo de Cortegana, una fortificación medieval construida como medio de asegurar las fronteras frente a Portugal y prevenir la zona de los pillajes y robos que se daban a mediados del siglo XIII, procedente de la zona de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche.
De acuerdo con los testimonios de Rodrigo Caro (1634) y Juan de Ledesma (1633), el Castillo de Cortegana fue la primera parroquia de la población y primitivamente estuvo consagrada a Nuestra Señora del Castillo.
Precisamente sobre estos dos autores, que recogieron la leyenda oral, sostiene Carrillo la teoría de que la construcción del castillo se debe a un caballero que quería obtener la gracia de Alfonso X el Sabio. Pero, en aquella época, un proyecto de ese calibre solo se le permitiría si perteneciera o contara con el apoyo de una organización que contara con el consentimiento de la Corona.
Tanto Rodrigo Caro como Ledesma apuntaban que el nombre del caballero Pedro Domingo, originario de Ciudad Rodrigo (Salamanca), donde la Orden del Temple tuvo una encomienda hasta que finalmente se disolvió, y que había participado en la conquista de Sevilla. Caro dice que aparece citado en el reparto de la ciudad efectuado en 1252.
La conexión templaria de Pedro Domingo nace de la existencia de un documento firmado en 1218 en la villa salmantina de un importante acuerdo firmado por Dominici Petri, en calidad de comendador de la Orden del Temple. Aduce Carrillo que teniendo en cuenta que entre este acuerdo y el desembarco en Cortegana no pasan ni 40 años, debe tratarse de la misma persona o de alguien de su linaje.
Así, Dominici Petri fue la máxima autoridad de la citada encomienda en la primera mitad del siglo XIII y él o alguien de su estirpe se incorporó a la orden militar templaria para la conquista de Sevilla con Fernando III y la consolidación del alfoz hispalense por Alfonso X. Y de Pedro Domingo se sabe que desembarcó a Cortegana poco después de 1260 -fecha en la que también se sitúa la construcción del Castillo- para construirlo bajo el mandato de los templarios con la aprobación del monarca y el Concejo de Sevilla.
Según esta teoría, la Orden del Temple solicitó la autorización para levantar el Castillo de Cortegana, asumió el coste de la construcción y lo dotó de milicia, dando seguridad a una zona que estaba fuera de sus dominios. Con ello se situaba en un enclave entre Jerez de los Caballeros y sus supuestas posesiones al sur de Huelva (Isla Saltés y La Rábida), conformando también el mencionado triángulo: Jerez de los Caballeros, Lepe y Sevilla.
Esta teoría contrasta con la apuntada por el profesor de Historia en la Universidad de Huelva Juan Luis Carriazo quien asegura que de los vínculos templarios con distintas localidades y espacios onubenses como La Rábida, Lepe, Aracena, Villalba del Alcor, Trigueros o la isla de Saltés no se tiene una referencia verosímil. Solo la Alquería de Refañana, en la aldea de Tejada, perteneciente al municipio de Escacena del Campo es “el único enclave templario constatado documentalmente, según consta en el repartimiento de Sevilla realizado bajo el reinado de Alfonso X el Sabio, y que tenía más de 100 hectáreas de extensión”.
La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón, también llamada la Orden del Temple fue una de las más famosas milicias cristianas de la Edad Media. Fue fundada en 1118 por nueve caballeros franceses liderados por Hugo de Payens tras la primera Cruzada para proteger las vidas de los cristianos que peregrinaban a Jerusalén tras su conquista. Fue reconocida por el patriarca latino de Jerusalén Garmond de Picquigny, quien les impuso como regla la de los canónigos agustinos del Santo Sepulcro