domingo, 15 de octubre de 2017

EL AJUAR DE UN CABALLERO TEMPLARIO

El hermano pañero era el encargado de velar de las ropas de los caballeros, de que fueran las adecuadas. Le correspondía vigilar escrupulosamente para que no fueran ni demasiado cortas ni demasiado largas, sino a la medida justa de quienes debían llevarlas
Los templarios al entrar en la orden, recibían dos ajuares completos el de paz y el de guerra. Del cual a partir de este momento eran responsables, no pudiendo dar ni regalar ninguna parte de este a nadie.
Este ajuar de paz se componía de:
2 camisas,
2 pares de calzas de burel,
2 bragas o calzones,
1 sayón,
1 pelliza,
1 capa,
2 mantos (uno de ellos de invierno forrado de oveja o de carnero y otro de verano de un tejido más ligero),
1 túnica
1 ancho cinturón de cuero
1 bonete de algodón y otro de fieltro.
1 sayón o
1 capa
1 túnica
2 paños y una servilleta para la mesa
1 toalla para el aseo personal.
La ropa de cama comprendía: un jergón, dos sábanas, una estameña o manta ligera y una manta gruesa (para las épocas frías). Esta manta debía ser blanca o negra, o a rayas blancas y negras, que eran los colores del Temple.
El ajuar militar comprendía:
1 loriga o cota de malla
1 par de calzas de hierro
1 casco de hierro
1 yelmo
zapatos
1 cota de armas.
La loriga iba colocada sobre un enrejado también de malla de hierro.
Unos zapatos de armas completaban el equipo.
El armamento consistía en una espada (recta, de doble filo y con punta redondeada), una lanza (de madera de fresno y punta de hierro cónica), un escudo (triangular, de madera metalizada por dentro y recubierta de cuero por fuera, y que en algunos casos iba reforzado con laminillas claveteadas).
El nuevo caballero recibía también tres cuchillos: un cuchillo de armas (o puñal), un cuchillo para cortar el pan y la carne y una especie de navaja (de hoja recta). También se le daba una gualdrapa para su caballo, pero podía cubrirlo con la manta.
La cruz del Temple iba cosida en los mantos, túnicas y cotas de malla (en éstas por delante y por detrás) y que debía ir bordada en todas las piezas de lencería.
Los hermanos sargentos llevaban túnicas, cotas y .mantos negros con una cruz roja. Su armamento era el mismo, salvo que muchas veces su loriga era de malla más ligera y estaba desprovista de mangas, y sus calzas de hierro no tenían empeine para facilitar la marcha.
Por último, se daba a los caballeros, con independencia de los jaeces para los tres caballos a los que tenían derecho, un pequeño equipo de campaña que se componía de un caldero, un cuenco para medir la cebada y tres pares de alforjas, dos de las cuales tenían que llevarlas sus escuderos.
Como ya hemos dicho, todo esto no se le da realmente al caballero, sino que se le presta. Es responsable de ello. No puede disponer de ello a su antojo ni sustraer nada sin riesgo de incurrir en castigo.
La regla enumeraba lo que, en rigor, puede dar: una garnacha (un vestido) que habrá llevado al menos durante un año, una cota de malla gastada, una faldeta usada, camisa y bragas viejas, polainas viejas o incluso una linterna de su fabricación, un pedazo de cuero. Estos regalos no estaban destinados a cualquiera. Eran para los escuderos, que no pertenecían al Temple sino que servían a plazo fijo. Cuando un escudero dejaba el servicio de un caballero, éste, si había quedado satisfecho de él tenía derecho a regalarle la garnacha que él había llevado desde hacía dos años.
Para terminar con el equipamiento del caballero, tenemos que añadir que tenía que velar continuamente por su perfecta conservación. No podía modificarlo en nada: ni siquiera cortar las correas de los estribos, ni su cinturón, ni el tahalí que sujetaba su espada, ni el cordón que sostenía los calzones en torno a su cintura, sin permiso de su comendador