domingo, 15 de octubre de 2017

DESCIFRANDO LOS EVANGELIOS: LOS VOTOS DE CASTIDAD Y POBREZA


Para los sabios de la antigüedad el sexo era sinónimo de confrontación (infidelidad, chantaje, abuso, lujuria, codicia, envidia…). Las almas no podrían alcanzar la pureza de mediar relaciones sexuales; obviamente, los no llamados al servicio de la divinidad debían procrear y disfrutar del sexo por cuestiones evidentes. La historia nos ilustra con un buen número de ejemplos donde tal confrontación acaba en guerra: Sansón y Dalila, Marco Antonio y Cleopatra, Helena de Esparta y Paris de Troya, Isabel de Farnesio y Felipe V, el rapto de las Sabinas… Todo ello explica que se acudiera a la castración, incluidos caballos, perros, bueyes y demás animales domesticados.
VOTO DE CASTIDAD
Desde tiempos remotos, filósofos y clérigos se mantenían célibes y se apartaban de familia, amigos y mundanal ruido. Los seleccionados para servir en los templos o eran emasculados al nacer, o ya de púberes o adultos eran esterilizados al tomar los hábitos o ser iniciados en los Misterios (celestes, alquímicos, toxicológicos, matemáticos, farmacológicos, etcétera).
VOTO DE POBREZA
Existía otro condicionante que podría obstruir la tarea de alcanzar la pureza de alma: La riqueza.
Si la “empatía positiva” se escondía tras la emasculación porque sacerdotes, filósofos e iniciados debían amar y servir a todos por igual, la riqueza podría desencadenar una “empatía negativa” con motivo de la arbitrariedad que deriva de los vínculos familiares o afectivos.
Salvo honrosas excepciones y por pura condición natural, un filósofo o clérigo casado tenderá a promocionar a sus hijos antes que a los hijos de los demás (nepotismo político); si tenemos en cuenta que tenían acceso a todo el conocimiento disponible, al voto de castidad impuesto al clero por reyes y señores habría que unir el de pobreza para sentar la separación definitiva de los poderes terrenal y divino. Dad a César lo que es de César y a Dios lo que es Dios (Mateo 22,21).
CONCLUSIÓN
Si los eunucos laicos eran sirvientes o esclavos de sus señores, los eunucos divinos lo eran de Dios; la circuncisión es otro modo de indicar tal circunstancia.
Jesús habla de eunucos nacidos del vientre de la madre, de eunucos hechos por los hombres y de eunucos hechos a sí mismos por causa del reino de los cielos; además, puntualiza que quien sea capaz de aceptar esto que lo haga (Mt 19, 12). Tales afirmaciones están realizadas respecto al matrimonio y el adulterio; el Nazareo nos presenta una exacerbada exigencia para aquellos que pretendan iniciar un compromiso espiritual, porque “no todos pueden casarse, sino sólo aquellos a quienes es dado” (Mateo 19, 11).
Al establecer tan dura exigencia a los llamados, el Hijo del Hombre declara su propia condición de eunuco al servicio del Padre; por tanto, cualquier afirmación que pretenda establecer un linaje divino en la tierra es falsa e interesada.


NOTA. Las imágenes corresponden a dos eunucos archigalos, sumos sacerdotes de la diosa Cibeles (Wikipedia