lunes, 16 de octubre de 2017

BAYLIA DE XEREX

Hay que considerar seriamente la importancia de la verdadera Unión Templaria y para ello tenemos que empezar por nosotros mismos.

El Rey de León Alfonso IX, gano a los musulmanes la villa de Xerixa (Jerez), con la ayuda en la batalla de los caballeros de la Orden del Temple en el año 1230, como agradecimiento por su valiosa ayuda les dono la ciudad y les encomendó la vigilancia de sus tierras fronterizas, con el poderoso Reino Árabe de Sevilla y Niebla (Huelva).
Los templarios se hicieron fuertes en el castillo árabe, reconstruyéndolo y fortificándolo, levantando un importante entramado de murallas y torreones para la defensa de la villa y organizando una gran encomienda templaria, la más grande al sur de la Península Ibérica, que habían conseguido establecerse los cristianos, en su empeño por reconquistar tierras a los grandes reinos musulmanes de Sevilla y Granada.
La Orden del Temple, defendió y gobernó Jerez de los Caballeros y las tierras circundantes, engrandeciendo la ciudad, convirtiéndola en el más importante núcleo cristiano del suroeste de Iberia. Los Caballeros Templarios cambiaron el nombre musulmán de «Xerixa» por el de «Xere Equitum» (Jerez de los Caballeros) para que comenzara a ser cabeza de su poderosa Encomienda, llamada a convertirse en la Gran Baylia de Jerez.
Jerez y su comarca con la ayuda y protección de los caballeros templarios, se expande y engrandece en tamaño y pobladores, que son atraídos por el trabajo en las nuevas tierras conquistadas a los musulmanes, por la repoblación de las alquerías del vasto término de Jerez y la creación de riquezas y seguridad que ofrecían los caballeros de la Encomienda del Temple.
A la expansión y repoblamiento, contribuyo grandemente la implantación por los templarios en su zona de influencia, de los privilegios que otorgaban (y otorgan, pues aún está vigente en 19 poblaciones de Badajoz) el FUERO DE BAYLIO, unos derechos que consisten básicamente, en que se hacen comunes todos los bienes aportados por los conyugues y en la posterior participación por la mitad al liquidarse el matrimonio, como consecuencia de la separación, divorcio o muerte de uno de los cónyuges, por expresarlo claramente “lo mío es tuyo y lo tuyo mío” ¿Pero qué beneficios aportaba este régimen jurídico? Pues nada más y nada menos que en aquella época, el reconocimiento a las mujeres de los soldados, los derechos de propiedad de las tierras, cuando los maridos marchaban a la guerra y un incentivo para que las mujeres se asentaran en las tierras conquistadas y ganadas por sus esposos.
De esta manera, la encomienda de Jerez de los Caballeros, se convierte en uno de los enclaves más importantes para el Temple en la península, al sumar en sus donaciones, batallas y reconquistas a los árabes, las villas de Burguillos, Valencia del Ventoso y más al sur Fregenal de la Sierra y por el oeste lindando con tierras portuguesas, Olivenza, Alconchel, Villanueva del Fresno y Oliva de la Frontera.
Dada la enorme extensión de tierras y poblaciones bajo el gobierno de los caballeros de Jerez, reconstruyendo castillos como el de Burguillos, Fregenal y Olivenza y creando nuevas encomiendas en ellos, la zona se convirtió en una Baylia, que es una palabra de origen francés baillie (baylía, de ahí bailío o bailiato) que designa un gran territorio, bajo la jurisdicción de los Caballeros de la Orden del Temple.
Cumpliendo las normas y reglas del Temple, con la reagrupación de los enormes recursos de la zona, que gobernaban los caballeros del Temple, a la institución administrativa la denominaron Baylía, que englobaba a varias encomiendas dirigidas cada una de ellas por un comendador, que a su vez dependían de un comandante o Comendador general del Bayliato.
El territorio gobernado por el Temple desde Jerez de los Caballeros, al sur de Badajoz y al norte de la Sierra de Huelva era prácticamente de 3.000 kilómetros cuadrados, una extensión que supera en un 30% a la actual provincia de Vizcaya, convirtiéndose así en el dominio más importante de la Orden en la Península Ibérica.
Como dice Isidoro Terrón en su libro “Los Templarios en la Baylia de Xerex”:
“Esta doble condición de encomienda y fortaleza más el inmenso alfoz que poseía: tres mil kilómetros de señorío y jurisprudencia, la dotaba de un gran poder, colocándose en una situación privilegiada respecto a otros bailíos del Temple. Era, así mismo, cuartel principal de la milicia, iglesia matriz y centro administrativo desde donde se dirigían todas las explotaciones agrarias, ganaderas y mineras que se encontrasen dentro del perímetro de su alfoz.”
Según recoge Feliciano Correa en su libro Territorio Templario, la ciudad de Jerez llegó a ser la capital de los templarios en todo el Reino de León.
La Torre Sangrienta
La Torre del Homenaje de la fortaleza de Jerez de los Caballeros fue testigo del trágico final de los últimos caballeros de la Orden del Temple en Extremadura.
Jerez de los Caballeros fue conquistada a los árabes por Alfonso IX de León que, en reconocimiento por la ayuda prestada, dona la villa a la Orden del Temple en 1240.
Bajo la protección de los caballeros templarios, Jerez y su comarca comienza una época de repoblación y engrandecimiento. La encomienda o bailiato de Jerez de los Caballeros se convierte en uno de los enclaves más importantes para el Temple en la península.
Aunque los reinos cristianos de la Península Ibérica no dieron crédito a las acusaciones contra los templarios, sí se vieron obligados a acatar la bula de Clemente V y ordenaron a las diferentes encomiendas templarias que renunciaran a la Orden y entregaran sus tierras o morirían en la hoguera como herejes.
Los Caballeros de Jerez se negaron a renunciar a la Orden del Temple, a la que habían jurado lealtad eterna, y decidieron defender el sitio hasta la muerte. Aguantaron el asedio de la fortaleza hasta que fueron acorralados en la Torre del Homenaje, donde finalmente fueron degollados por las tropas reales y arrojados sus cuerpos al vacío desde las almenas.
Desde entonces, a la Torre del Homenaje se la conoce como Torre Sangrienta, y el espíritu de aquellos Caballeros quedó para siempre entre los muros de la Fortaleza.
Con el permiso de Santiago Soler Segui-mi admiracion-
Extraído del libro “Codex Templi” un texto de D. Santiago Soler Seguí, investigador histórico especialista en castellología medieval.
La leyenda de "Los tristes silbidos" de los caballeros de JerezCuentan que los caballeros degollados en Jerez fueron los últimos templarios. Y que antes de morir, juntos como hermanos, hicieron un solemne juramento. Cada uno de ellos juró en nombre de Dios y del Templo de Salomón que volvería de su tumba para galopar en su caballo hacia los Santos Lugares y proteger de nuevo los caminos y defender a los peregrinos. Y cuentan que, en las noches sin luna, cuando el cielo está oscuro como boca de lobo, al sonar las doce campanadas, los últimos caballeros templarios de Jerez de los Caballeros regresan de sus tumbas, regresan de la muerte, blandiendo sus espadas, preparados para acudir a Tierra Santa, para proteger a los peregrinos de los bandidos; para cumplir un juramento.
Nunca nadie ha visto a los caballeros que dieron honor y gloria a la villa. Nunca nadie ha visto el brillar de sus armas, ni el de sus armaduras; nadie ha visto sus pendones, ni sus túnicas blancas, ni sus cruces rojas; nunca nadie vio nada; nunca. Pero dicen que muchas noches sin luna, cuando el cielo más negro está, cuando resuenan las doce campanadas, todo entra en silencio; todo se detiene y, entonces, se les oye silbar. Silban; silban sin descanso, llamando a sus... cabalgaduras. Silban. Y en el castillo que fue del Temple, que vigila Jerez desde el cerro más alto, reverberan los silbidos en un eco estremecedor que resuena
en el aire hasta el amanecer; hasta que aparece el primer rayo de sol; hasta que de nuevo el cielo recupera su color de vida, y el negro de muerte desaparece del horizonte, cuando la “Santa Compaña Templaria” se retira a su triste lugar de descanso; cuando se retira a la Torre Sangrienta, porque los caballos no han acudido a su llamada. Entristecidos caballeros. Incapaces de cumplir su juramento.
Y llega el silencio, en el mismo momento en el que alumbran las primeras luces del día.
El poeta Francisco Redondo ha creado el ambiente melancólico de la antigua fortaleza templaria en algunos versos especialmente sentidos:
“Por el tiempo maltratada,
por todos abandonada,
cumpliendo horrible condena…
Se ven en las noches lluviosas
vagar sombras misteriosas
por sus quebradas almenas”.