miércoles, 20 de septiembre de 2017

NUESTRA SEÑORA DEL TEMPLE CEINOS DE CAMPOS

DESCRIPCIÓN DE LA IGLESIA
QUE, CON LA ADVOCACIÓN DE NUESTRA SEÑORA
DEL TEMPLE, POSEYERON LOS CABALLEROS TEMPLARIOS
EN LA VILLA DE CEINOS DE CAMPOS
Sobre una pequeña loma al norte de la villa, en su extremo
límite y cerca de la carretera general de Asturias, se ven en la
actualidad (año de 1868), las ruinas de lo que fué una de las
veinticuatro bailías que en el territorio castellano tenían los
poderosos Templarios, cuya iglesia, con la advocación de Nuestra
Señora del Temple, estuvo abierta aí cuito hasta el año
de 1799, en que fué denunciada por ruinosa.
Esta joya que poseía !a villa de Ceinos, capaz de envanecer á
las más opulentas ciudades, subsistió hasta hace pocos años. No
tuve el gusto de admirarla, y al contemplar la belleza con que la
describen los diferentes autores que he leído, creo que empañaría
esta preciosa obra del arte si intentara hacerlo por mi cuenta.
Pues aun cuando en el referido año ele 1868, y de orden del
Señor Gobernador de la Provincia, para formar un Diccionario
geográfico, estadístico é histórico de la misma, recorrí aquellos
lugares, antes de principiar este desaliñado bosquejo, sólo he encontrado
ruinas y desolación. Estatuas mutiladas y esparcidas
por el suelo, alguna que otra pared desmantelada de los arcos y
molduras con que estaban adornadas, lápidas sepulcrales por
doquiera; he aquí lo que hallé al visitar estos sitios, antes llenos
de vida y de poesía.
En este mismo sitio, hoy tan solitario y lleno de luto, los paladines
que llegaron de la Tierra Santa, que habían lavado en el
Cedrón las heridas que les causara la cimitarra, aquellos héroes
y penitentes a la vez, que lo mismo acamparan bajo las palmeras
de Jericó y sobre las rocas del Carmelo, entonarían, precedidos
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del Bancat, su salmo predilecto de «¡Non nobis Domine, non nobis,
sed nomin.i tuo da gloriara!»
Lánguido por demás sería mi trabajo; y aunque se me moteje
de plagiario, me veo en la necesidad de recurrir á los datos suministrados
por los que tuvieron la buena suerte de admirar
tanta preciosidad.
Formaba la planta de este templo un cuadrilátero, oblongo
por la parte superior, fortalecido con botareles y pilastrones. En
lo interior constaba su alzado de una nave sostenida por medias
columnas incrustadas en el muro, y coronadas de capiteles que,
esculpidos de follaje, daban vuelta al ábside, por dentro y fuera;
sostenían un cornisón informe, en el cual montaba la bóveda ojival
de sillares adoquinados y guarnecida para su encajonamiento
con cintas elípticas de fuerte dovelaje.
No se sabe por qué fatalidad, creyéndolo acaso un vejestorio,
en 1/99, como ya he dicho, propuso derribarle el arquitecto
Francisco Alvarez Benavides, como así lo ejecutó, destinándose
su recinto á cementerio, verificándose de esta suerte la ruina en
vez de conjuraria. Sobrevivióle muy poco la robusta torre que,
con sus dos órdenes de ventanas, orladas de doble moldura de
estrellas cuadrangulares, coa su airoso chapitel de pizarra, y sobre
todo, con las rojas, amarillentas y verdosas tintas de sus
muros, refrigeraba el ánimo del viajero en aquellas vastas Ha-,
nuras.
Los ancianos cuentan que el edificio, ó mejor dicho, el convento
se prologaba sobre el solar donde se han construido casas
después, y en donde se ven aun sillares con labores bizantinas
procedentes acaso de algún claustro. Daba ingreso a este
templo un arco bizantino, sostenido por pilares lombardos, y se
hallaba prececido por el vestíbulo, en forma de patio interior.
Desembocaba en este patio una capilla de forma cuadrangular,
que presentaba por dentro la más rica decoración. Una serie de
arcos rodeaba las paredes, sostenidos por pareadas colunias, claveteados
de estrellas en sus arquívoltos, y en el fondo de cada
uno se descubría una figura de santo pintada por mano inteligente.
Otro nicho de doble anchura y de mayor profundidad
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formaba la Capilla del Santo Cristo. A media altura transformá-
base la pieza de cuadrada en octógona, mediante cuatro pechinas,
debajo de las cuales se observaban los símbolos de los
Evangelistas, y por los ocho ángulos subían otras tantas columnatas
á recibir la cornisa, arrancando de ella las aristas de la bóveda,
anchas v bordadas en medio con la acostumbrada moldura
de estrellas hasta reunirse en la clave donde resultaba el Agnus
Dei. Pm los ocho lados de lo que se podría llamar cimborrio
figuraban preciosas ventanas distribuidas de dos en dos, pero
cegadas las que caían encima de las pechinas; las otras, campeando
solas y estrechándose por fuera, abrían a la luz una angosta
rendija. Nunca en tan reducido trecho desplegó más copiosas y
gentiles galas el arte bizantino.
Severa y sin obstentación era la entrada, abierta sobre urp
gradería, á un lado del muro exterior, formando un arco decrecente
de medio punto, cuyo espesor franqueaban cuatro columnas
por lado, mientras que ocupaba el centro de la cortina una
claraboya circular á modo de estrella, cercada de características
molduras. Pero ía salida de enfrente, que daba al atrio del templo,
reservaba al viajero la más agradable sorpresa. Componíanla
cinco arcos sostenidos por grupos de columnas pareadas, que
apoyaban, como en los claustros, sobre un zócalo corrido, sirviendo
de portal uno de los lados, y los restantes, de ventanas,
según se acostumbraba en ciertas aulas capitulares. Festoneaban
su semicírculo las estrellas ó cabezas de clavo, en cuya sencilla
combinación, conforme fuera el punto de vista, tan variados dibujos
encerraba, follajes desplegados en airosas volutas, trenzados
que entretejían canastillos, figuras de hombres y aves enlazadas
y revueltas con gruesos tallos, que rivalizaban en adornar
los capiteles. Pegadas y labradas en los mismos fustes había cinco
estatuas. Entre los caul icos había aves primorosas, haciéndose
notar dos pájaros con cabeza humana, enlazados por las colas,
en original y simbólica aptitud.
Hoy, esta preciosa arcada, acaso debido á gestiones hechas
por el que dice, se halla en el Museo provincial (Valladolid), por
compra que, según me lian asegurado, hizo á la familia de los
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Xájeras, vecinos de Villafrechos, á quien pertenecía la capilla, en
cuatro mil y pico reales.
Esta preciosa capilla perteneció á ios Señores de Alvires, que
aílí yacen sepultados.
No creo que será fuera del caso relatar el hecho histórico
siguiente:
En el año de 1222, fué traído al ya referido templo, desde
Baeza, el cadáver de D. Gonzalo Núñez, el último de los turbulentos
hermanos Laras, que falleció emigrado con poca honra,
entre los enemigos ele su fe y de su patria, y que tal vez al morir
quiso, á ejemplo de sus hermanos, vestir el hábito de alguna
sagrada milicia. Así se lee en la Crónica de los Godos, en la que
el Arzobispo D. Rodrigo, hablando del mencionado D. Gonzalo,
dice: «En villa quae Beatia dicitur infirmitate gravíssima contigit
»ipsum mori, et delatus a suis, sepultua est in Cefinis, ubi ha-
»bent Oratorium Fratres TempH.»
Mariana y La Fuente, con referencia a un documento del Archivo
de la Catedral de Toledo, nombran a Ceinos entre dichas
veinticuatro bahías, si bien corrompido el nombre en el de
Safinis.
En un autor que tengo en mucha estima, y cuya temprana
muerte lloré, porque me honraba con su amistad desde la infancia,
veo que supone el templo que he descrito como perteneciente
á la bailía de Villalpando, y dependía del Maestrazgo
provincial de Castilla y que su erección debió ser contemporá-
nea, si no anterior, al establecimiento de la Orden, como en su
opinión lo justifica el género de su arquitectura, que correspondía
al bajo gótico en su primitiva representación.
Está fuera de eluda que la iglesia parroquial de la. referida
villa de Ceinos se enriqueció con algunos objetos que á ella fueron
trasladados del expresado templo, á la extinción de la Orden;
y al hacer este trabajo, como he dicho, en 1868, visité con
atención ia iglesia mencionada, y en ella hallé, como perteneciente
indudablemente á la Orden de los Templarios, una imagen de
la Virgen llamada del Claustro, notabilísima por su antigüedad
y por ser de una sola piedra, y estaría colocada en alguno de los
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de su nombre, cuya imagen, con dolor, la he visto toscamente
pintada, y de desear hubiera sido conservara el mismo estado
que la dejaran sus primeros poseedores. Esta preciosa imagen,
poco tiempo después de escrito lo antecedente,'la Junta provincial,
excitando el celo del señor Gobernador y del Excmo. Car-.
denal Arzobispo de Valladolid, y á propuesta también de la Comisión
de Monumentos históricos y artísticos, la creyó digna de
figurar en el Museo Arqueológico Nacional, por su carácter de
antigüedad y para la historia del Arte.
En la torre de la indicada parroquia, entre otras, existen tres
campanas que indudablemente debieron pertenecer a la Orden
del Templo, según indican sus inscripciones, pues en una se lee:
«Domina nostra Templi quae omnes nos defendat atque in hora
mortis nostrae. Quoque defendat üomtnnon Franciscuon Ananclares,
et Andre a Serra me fecit anno 1675.» En la misma hay
otra inscripción que dice: «Ave .Maria gratia plena; esta es la voz
del Angel que en alto suena.» Entre otras de ellas se ven diferentes
figuras de gatos y otros animales colocados en varias posiciones,
y sobre ellos, un bendito Cristo con una concha al remate
de los brazos de la Cruz, y sobre ésta un gato en ademán
de escalar; otra Cruz tiene esta misma campana, llena de estrellas
ó cabezas de clavos, y en la parte superior una concha. Otra
de las tres campanas que voy describiendo tiene también una
Cruz igual á la ya expresada, con la circunstancia de que en el
pedestal y en las extremidades de los brazos hay una figura de
clavo pegado por su punta. En la parte superior de ella se lee
una inscripción en letra gótica, que dice: «Ave Maria gratia», y
aun cuando sigue el letrero, no puede verse por caer al lado de
la calle, y se expondría el que lo intentara. Las tres campanas
de que llevo hecho mérito pertenecieron sin duda a la derruida
iglesia del Temple, aunque la primera debió ser refundida después,
más modernamente, como lo demuestra el año que en la
misma se lee; mas las otras dos están tal y como existían en poder
de los Caballeros Templarios.
Al terminar la descripción del precioso monumento de Nuestra
Señora del Temple no puedo resistir al deseo de pagar en
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esta ocasión un tributo á la amistad que me unió con el distinguido
poeta castellano D. Ventura García Escobar, cuya temprana
muerte sentí sobremanera, y quien con mejor cortada pluma
que la mía describió esta preciosidad del Arte, de donde he
tomado algunas indicaciones. Concluyo, pues, esta reseña, cot

piando del expresado mi amigo lo siguiente: «¡A cuántas v cuan
severas reflexiones se presta ese maltratado monumento...! ¡Las
ruinas, los vestigios solitarios, representan hoy aquella milicia
que poseyera diez mil Alcázares desde el Tabor á las columnas
de Alcides...! Los señores de lugares, fortalezas y vasallos; los
compañeros de armas de Alfonso VIII y Jaime el Conquistador ;
los soldados de las Navas y Valencia del Cid; los que tremolaron
el oriflama español en las murallas de Cuenca, en los adarves de
Sevilla y en los minaretes de Mallorca; los que extendían su vencedora
espada desde Lisboa á Jerusalem.. ¡Hoy son una sombra
perdida en la noche de la eternidad! Ya el blanco manto de
aquellos héroes no cobija la Ciudad Santa; ya no se oye su canto
de victoria sobre el sepulcro del Señor; ¡ya, en ñn, la roja
cruz no sirve de lábaro caballeresco á toda la cristiandad, y á su
grito de batalla no se desploman las mezquitas de Ismael, ni se
regocijan los collados de Sión!»
;<A los Templarios, sin embargo, no tanto los arruinaron sus
émulos como su propia degeneración. La milicia creada en Palestina
por Hugo de Paganis, era pobre, ascética y humilde; pero
en la tierra todo se transforma y perece; y el Temple no pudo
resistir al tiempo y á la humana condición. Obedeciendo, pues,
á la ley universal, la Orden se desvió de su índole, haciéndose
opulenta, mundana y orgullosa. Estos fueron sus verdaderos vicios,
y eran muy bastantes para obrar su aniquilamiento. La envidia
les explotó con saña; pero la calumnia se mata por su propia
exageración. En los anales de Francia existe, no obstante,
aquel ominoso lugar; y la España, tan deprimida siempre por
aquella nación, presenta el Sínodo de Salamanca como contraste
honroso con la catástrofe de París.»
Cumpliendo con el encargo que me encomendara el señor Gobernador
de la provincia, en el año de mil ochocientos sesenta y
TOMO LXXVI s S
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siete, y de mis investigaciones, la descripción del precioso tenrplo
que existió en la villa de Ceinos es la que anteriormente
queda reseñada, de conformidad con los datos que he podido recoger
y visita que hice á sus ruinas.
Berrueces y Mayo 8 de i 868,
CES A i< H O N i KTO .