jueves, 21 de septiembre de 2017

EL PRIMER TEMPLARIO DE LA PENÍNSULA

EL SOBERANO CATALÁN
PARIENTE DEL CID
QUE SE CONVIRTIO
EN EL PRIMER TEMPLARIO DE LA PENÍNSULA
Pocos días antes de morir, Ramón Berenguer III pidió el ingreso en la orden del Temple. Además, les dejó a sus miembros un castillo, su armadura y su caballo
Templarios. Solo mencionar el sobrenombre más conocido de los «Pobres soldados de Cristo» invita al esoterismo, a lo oculto y a la intriga. Sin embargo -y a pesar de existen muchos misterios a su alrededor como el de la enigmática flota del Temple que pudo llegar hasta América- lo cierto es que esta orden nació para defender a los cristianos que, arriesgando su fortuna y su vida, peregrinaban a Jerusalén. Por entonces -1118- el grupo no estaba formado más que por 9 caballeros con una fe ciega en el Salvador, pero apenas 13 años después ya habían sido reconocidos por la Iglesia Católica, contaban con decenas de miembros y habían extendido su influencia por media Europa. Desde Francia, hasta la Península Ibérica. Precisamente en esta última región fue donde Ramón Berenguer III, conde de Barcelona, decidió -poco antes de morir-convertirse en el primer caballero templario español y ceder además a estos seguidores de la cristiandad un castillo, su armadura y su cabello
Mientras Hugo andaba forjando a golpe de espada y oración la orden del Temple, la situación por estos lares no era de lo más adecuada para los cristianos. Y es que -aunque dominaban la mitad norte de la actual España- andaban metidos hasta el corvejón en una lucha a muerte contra los musulmanes. Por entonces el territorio se dividía en cuatro reinos. Todos ellos, nacidos a costa de las zonas arrebatadas al Islam. En primer lugar se hallaban los de Aragón y Navarra (ambos regidos por Alfonso I «el Batallador»). A continuación se destacaba el reino unificado de León y Castilla (bajo las órdenes de Alfonso VII); el de Portugal (gobernado por Alfonso Enríquez) y, finalmente, los denominados Condados Catalanes. Al frente de estos últimos se encontraban varios nobles entre los que destacaba Ramón Berenguer III, conde de Barcelona y denominado posteriormente «el Grande» por su política expansionista. «El proceso de consolidación de la región pasó por la incorporación al condado de Barcelona de otros como los de Besalú y Cerdaña, al norte de los Pirineos, la bailía de Perelada, así como los vasallajes de Pallars, Urgell, Ampurias y Roselló»A su vez, este soberano también logró, mediante una alianza matrimonial, hacerse con el dominio de la Provenza francesa.
Para hallar el origen de los templarios es necesario viajar hasta los años 1118 y 1119. Fue en esta época cuando 9 caballeros europeos liderados por Hugo de Payens y Godofredo de Saint-Aldemar fundaron en Jerusalén la orden de los «Pobres soldados de Cristo» (los futuros templarios). Su objetivo era, en primer lugar, defender a los viajeros y peregrinos que -al viajar a Tierra Santa para purgar sus pecados- eran atacados principalmente por los turcos selyúcidas. En segundo término, estos militares también se comprometieron a proteger los santos lugares. «En aquel entonces reinaba Balduino I, quien brindó una calurosa acogida a los “Pobres soldados de Cristo”Pasaron nueve años en Tierra Santa, alojados en una parte del palacio, que el rey les cedió, justo encima del antiguo Templo de Salomón (de ahí el nombre de Caballeros del Temple )Los miembros del grupo, en principio soldados, determinaron vivir con votos religiosos y monacales. Entre ellos destacaba el de castidad, el cual se tomaban tan seriamente como para no mirar dos veces a una mujer a la cara por miedo a enamorarse.
RAMON BERENGUER III EL PRIMER TEMPLARIO DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
No fue necesario esperar mucho más para empezar a hablar de la relación de la Orden del Temple con los reinos cristianos. Más concretamente, fue también entre los años 1127 y 1128 cuando los «Pobres caballeros de Cristo» llegaron hasta Aragón e hicieron muy buenas migas con Ramón Berenguer III, casado por entonces con una mujer de alta alcurnia: María, una de las hijas del famoso Cid Campeador. En palabras de la alcarreña, este catalán colaboró con ellos desde su entrada en la Península, algo que se materializó a base de donaciones. Alarcón es de la misma opinión: «Ramón Berenguer recibió la visita de los fundadores en 1127, cuando vinieron a Europa para promocionarse y reclutar nuevos miembros. Ramón Berenguer sentía auténtico entusiasmo por esta milicia». En aquellos años este noble actuó como tantos otros que, al no poder limpiar sus pecados en Tierra Santa, colaboraron con los soldados del blasón blanco y la cruz roja para ganarse su pequeña parcela en el cielo.
El conde de Barcelona terminó dando el impulso definitivo al Temple en 1130. Por aquel entonces vivía sus últimos días en este mundo y, deseoso de entrar en el cielo por la puerta grande, decidió hacer algo que resultaría pionero: ingresar en los templarios. Su objetivo era doble. En primer lugar creía (como se había extendido en aquellos años) que Dios le reconocería como un monje guerrero y olvidaría sus pecados cometidos en vida para acogerle con los brazos abiertos. A su vez, buscaba que este grupo se asentara en la Península y colaborase en la expulsión de los musulmanes a través de sus propiedades. Así fue como se convirtió en el primer templario español. Posteriormente, en su testamento -dictado el 8 de julio de 1131- Ramón Berenguer hizo de nuevo algo nunca antes visto en España. «Les donó el castillo de Grañena de Cervera, ubicado en la provincia de Lérida, y su caballo y su armadura personal. Esto es sinónimo de una gran implicación con los monjes de la orden, de quienes dijo que “han venido y se han mantenido con la fuerza de las armas en Grañena para la defensa de los cristianos .El señor más importante del oriente peninsular cristiano otorgaba nada menos que sus atributos de caballero a la orden que había sido fundada hacía poco en Jerusalén y que solo dos años y medio antes había logrado su aprobación oficial por la Iglesia».
CATALUÑA CUNA DE LOS TEMPLARIOS
Tras la muerte de Ramón Berenguer III la relación de los Templarios con Cataluña no decayó, sino que se dieron tan buenos auxilios debieron de ser proporcionados por los del Templo en el Condado de Barcelona, que en un documento que se encuentra en el Archivo Histórico Nacional de fecha 15 de abril de 1134escrito por Olegario, arzobispo de Tarragona se determinan los privilegios y exenciones que se harán a los templarios que elijan las tierras catalanas para instalarse». Poco tiempo después, en 1143, un concilio celebrado en Girona y presidido por el cardenal Guidó estableció la fundación oficial del grupo en la ciudad condal.
«En esos años participaron activamente en el avance cristiano por la Península y en la reducción de Al-Andalus. Progresivamente, en Cataluña y en España otros señores les fueron concediendo posesiones. Una de las primeras fue un castillo que se encuentra en una de las dos colinas que vigilan Lérida (el de Gardeni). Es el tributo que pagó Ramón Berenguer IV a la orden después de que esta liberase la ciudad de los musulmanes. También destacan el de Miravet (una antigua fortaleza islámica convertida en castillo y monasterio) o el de Tortosa (situado en la desembocadura del Ebro, en la frontera entre Al Andalus y los reinos cristianos). En Barcelona establecieron a partir de 1134 uno de sus cuarteles generales del mediterráneo. Aquí crearon una encomienda que actualmente guarda un pequeño banco y dos colchones que fueron utilizados por San Ignacio de Loyola durante su estancia en 1523
1-¿Fue algo excepcional el atraer a los Templarios hasta la Península con dinero y propiedades?
2-¿Qué buscaban los reyes con sus donaciones?
3-¿Cómo lograron hacerse tan ricos los templarios en tan poco tiempo?
4-¿Hasta dónde llegaron sus riquezas?
De esta forma -gracias a la cesión de las fortalezas de Portugal y Cataluña en primera línea de batalla- los templarios terminaron implicándose de lleno en la Reconquista y, cómo no, ganándose un hueco entre los literatos de estas tierras (por ejemplo, Bécquer y su «Monte de las ánimas»). A mediados de julio de ese mismo año, Ramón Berenguer III, uno de los españoles que más defendió e hizo prosperar a la orden de los «Pobres caballeros de Cristo» en nuestro país, dejó este mundo en una hacienda del Temple. «Para prepararse a morir había tomado el buen Conde el hábito de los templarios, profesando en manos de su jefe Hugo Rigaldi, y muriendo en su mismo hospital, a donde se hizo llevar».Así fue como uno de los hombres más poderosos de la Península Ibérica falleció: lejos de sus lujos, de sus bienes materiales y como un miembro más de este grupo. Ya lo decía uno de los lemas de la Orden: «Non nobis Domine non nobis sed Nomini Tuo da gloriam» («No a nosotros oh señor, no a nosotros sino a tu nombre da gloria»). Una frase que venía a significar que ellos luchaban por Cristo y por Dios y que despreciaban el dinero y los bienes materiales.
El mismo año en que Ramón Berenguer se marchó de este mundo, Alfonso I «el Batallador» siguió su ejemplo y dictó un testamento en Bayona que favorecía ampliamente a los templarios. «A Alfonso I -rey de Aragón y Navarra, conquistador de Zaragoza y artífice de la expedición a Andalucía- se le ha llamado el rey de los templarios porque cedió todo lo que tenía en vida a tres órdenes: la de los “Pobres caballeros de Cristo”, la del Sepulcro del Señor y la del Hospital. Realmente él quería hacer testamento en favor de Dios, pero al ser un concepto tan ambiguo decidió dejar sus bienes a los representantes de este en la Tierra. Como era de esperar, esto causó un gran revuelo entre los nobles del reino, que se habían preparado para recibir una suculenta suma de dinero Alfonso I no tenía hijos ,fue un claro ejemplo de un monarca que quería ser monje y que hubiera deseado entrar en los templarios, pero que tuvo que morir sin tomar los hábitos debido a que su posición le exigía tener una esposa y tratar de tener una descendencia