domingo, 6 de mayo de 2018

MADRID Y EL NÚMERO SIETE

 - MADRID Y EL NUMERO 7 -
 - LAS CIUDADES CON 7 COLINAS -
 - LOS SÍMBOLOS DE PODER ANCESTRAL -


El número siete se repite incansable en la fundación y en el desarrollo de la ciudad de Madrid.
Algunas grandes ciudades han estado determinadas por este número de carácter mágico.
El eterno 7 pitagórico que refleja y manifiesta lo “mágico” y “divino” en la Tierra. El 3 más el 4, marca muchas ciudades “elegidas” para “dirigir” e “irradiar” a gran parte de los países actuales. El 3 que representa el equilibrio entre la dualidad y la unidad, la solución al conflicto que ambas ejemplifican. Símbolo del Logos, de la perfección del triángulo equilátero, de la Triada Divina y por tanto de la Santísima Trinidad cristiana. Y el 4 que representa la Tierra, la materia, lo mensurable y también lo perecedero, así como la mismísima cruz sobre la que se sustenta la espiritualidad occidental. El punto de encuentro y de solución al conflicto que vivimos en nuestra Tierra. Eso es el SIETE.
Veamos algunos ejemplos de cómo el 7 se manifiesta en la ciudad de Madrid.
Las siete colinas
En primer lugar, los dioses han tenido a lo largo del tiempo, la absoluta fijación por elegir, llevando a los humanos que les rendían culto, hacia lugares donde instalarse, asentándose sobre siete colinas.
Algo que podría parecer absurdo a simple vista se convierte en extraordinario cuando comprobamos que una parte importante de las capitales europeas (y no solo europeas), es decir, aquellas que con el tiempo se han convertido en “irradiadoras” de cada país han sido construidas sobre siete promontorios de tierra. En algunos casos, absolutamente literales, y en otros, digamos que se ha trampeado para que fuesen siete.
El más característico de estos lugares es sin lugar a dudas, Roma. Desde los tiempos del colegio, nuestros profesores se empeñaban en que no olvidásemos que la eterna ciudad romana estaba asentada sobre sus siete míticas colinas: el Aventino, el Capitolino, el Celio, el Esquilino, el Palatino, el Quirinal y el Viminal. Pero esto que parecía una excepcionalidad de esa excepcional ciudad, no era ni muchísimo menos extraordinario.
Lisboa también está construida sobre siete colinas: San Jorge, San Vicente, San Roque, San Andrés, Santa Catalina, Santa Ana y la colina de Chagas.
Y Moscú: la Borovitsky o colina del Kremlin, Presnia, la colina Tver (actual plaza Pushkin), Sretensky (acual Plaza Sukharevskaya), Tagansky, la colina Lefortovo y la Vorobyovy.
Y Estambul (la antigua Bizancio): La de Sultanahmet, la de la columna de Cemberlitas, la de la mezquita de Suleymaniye, la de la mezquita de Fatih, la de la mezquita del sultán Selim, la de la mezquita de Mihrimah Sultana y el de la mezquita de Haseki Hürrem.
Y Edimburgo: la de Arthur´s seat, la de Castle Rock, la de Calton, la de Corstorphine, la de Braid, la de Blackford, y la de Craiglockhart.
Y Atenas: Acrópolis, Areópago, Filopappou, Nymfon, Pnyx, Monte Lycabettus, y Tourkovounia.
Y Bruselas también: St.Michielsberg, Koudenberg, Warmoesberg, Kruidtuin, Kunstberg, Zavel y St.Pietersberg.
En todas estas ciudades existen más colinas de cada una de estas siete, sin embargo, la antigüedad mítica de todas ellas insisten siempre en siete. Insisten en que siete son las importantes. Quizás a imitación de Roma, pero lo cierto es que Roma no es más que una más. Es algo que viene de mucho más atrás en el tiempo. Cuando al cristianismo le quedaban milenios por nacer.
Y en España también existen varias ciudades que han sido construidas sobre siete colinas. Entre ellas Barcelona (el Tàber, la Rovira, el Coll, el Carmel, la Peira, el Putxet y Montjuïc), Salamanca (originalmente tres, la de San Vicente, la de los Caídos y la de San Cristóbal, a las que luego se añadirían otras cuatro)…y Madrid.
Madrid también está asentada sobre siete colinas: la de la plaza e iglesia de San Andrés, la de San Cayetano (entre Lavapiés y el Rastro),la del Palacio Real, la de las Vistillas, la de San Sebastián, la de San Ildefonso, y la de Santa Bárbara.
¿Una simple casualidad o quizás algo más?
Otro elemento que define el carácter “mágico” de la ciudad de Madrid es su escudo, a través del cual se vuelve a repetir el arquetipo esotérico recurrente del número siete.
El escudo de Madrid y las siete estrellas de la Osa Mayor
Estamos acostumbrados a ver el escudo de Madrid en su forma actual, tan solo con la imagen del oso encaramado al madroño. Pero no siempre fue así. Desde mediados de siglo XIX y hasta 1967, el escudo siempre mostró la imagen de otro animal: un ser alado. 
Para unos se trata de la figura mitológica de un grifo, es decir, un ser más o menos compuesto por un cuerpo de león y una cabeza y alas de un águila. Para otros, se trata de la figura de un dragón…o de una serpiente alada. Pero si observamos la antigua imagen del escudo heráldico del apellido Madrid, vemos como se nos muestra claramente la figura de un dragón dorado sobre fondo azul, por lo que me inclino a pensar que la verdadera o más antigua fisonomía de este ser asociado a la ciudad, tiene que ver específicamente con “lo dragón”.
Por tanto, nuestra ciudad tiene entre sus atributos más ancestrales, aquel que nos une a lo serpentino. Pero esta serpiente no es tan solo una imagen de “lo reptiliano” en Madrid. La serpiente es uno de los animales claramente telúricos. Su presencia siempre indica lugares telúricamente interesantes. Y si además de serpiente, lo que aparece es un dragón, es decir, una serpiente alada, su simbolismo y la realidad que representa es la de un telurismo controlado por el ser humano
También tiene la imagen de un madroño, un auténtico “árbol sagrado” del que en tiempos pasados se extrajo un brebaje particular, sin duda emparentado con el soma védico o con la hidromiel celta y nórdica. Unos brebajes que con el tiempo se han convertido en simples refrescos, pero que en el pasado sin duda tuvieron un carácter enteogénico, es decir, bebidas y comidas con las que el ser humano adquiría estados alterados de conciencia con los que entraba en comunicación directa con los dioses de sus entramado místico, mistérico y espiritual.
Además tiene un oso (más bien una osa), reflejo de aquella zona celeste que no querían que se nos olvidara, la constelación de la Osa Mayor.
En el escudo también se han reflejado siempre siete estrellas. Las mismas de las siete estrellas principales de la Osa Mayor. Siete estrellas mayores tienen también por ejemplo la constelación de Orión o las Pléyades…pero el hecho de que acompañen a un oso es muy significativo.
Algunos pueblos han tratado de reflejar con construcciones en la Tierra, aquellos lugares con los que sentían una unión mística y divina. Una forma de reflejar en la tierra, las energías de procedencia de los dioses que les crearon…y a los cuales deben su existencia.
Fuente documental e imagen

VAP