jueves, 8 de marzo de 2018

MASONERÍA Y TOLERANCIA (II)

Tolerancia 2

La masonería ante el siglo XXI
“Todo aquél que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano”.
La democracia, más o menos gris, es un camino de tolerancia política pero, ¿qué ocurre con la religión? Aquí, el problema de la tolerancia es más complejo por la propia esencia de la religión. La política es una ciencia humana, pero toda religión es un diálogo con Dios de tres renglones: comienza, primer renglón, con la pregunta del hombre sobre el sentido último de la vida; prosigue, segundo renglón del diálogo, con la respuesta de Dios en forma de revelación; y concluye, tercer renglón, con la réplica del hombre, que interpreta la revelación generando dogmas, credos, y catecismos.
Los grandes totalitarismos políticos del siglo XX reclamaban la solidez indestructible de sus ideales, fundados en el carácter supuestamente científico de sus teorías sobre las razas o el determinismo de la historia.
Los niveles de tolerancia mutua entre religiones han sido, históricamente, bajos. Cuando la masonería tomo cuerpo en el siglo XVIII lo hizo en una Europa donde los cristianos morían a manos de cristianos. Es decir: hombres que compartían el segundo renglón del diálogo, la revelación, chocaban como trenes en los fundamentalismos construidos en torno al tercer renglón, a sus interpretaciones cerradas de la revelación, a sus dogmas, a sus creencias. Si algo así puede ocurrir en el tercer renglón, inimaginable lo que puede llegar a pasar en el segundo, donde lo que toca aceptar para ser tolerante, es que mi revelación no es, necesariamente, la única que participa de la Verdad.
Es aquí, ante un problema tan actual como el fundamentalismo religioso, donde la masonería puede aportar un modelo de convivencia. Un poco de luz desde nuestros valores más profundos, desde nuestras esencias fundacionales, desde nuestra memoria colectiva.
Nuestro paso inicial fue eliminar todo debate sobre el tercer renglón. En una cristiandad mal avenida, la masonería fue espacio de tolerancia, libertad y diálogo heterodoxo de católicos, protestantes, anglicanos y ortodoxos. Otros ritos fueron más lejos y obviaron, también, el segundo renglón para abrir las logias a judíos y musulmanes, a sintoístas, hindúes y budistas.

Todos los masones regulares del mundo conviven en el primer renglón, donde no hay revelación ni credo común, donde no cabe la arrogancia fundamentalista de proclamar la excelencia de la propia religión y la falsedad de todas las demás. Un espacio en el que, sin embargo, todo hombre es capaz de Dios, donde nos reconocemos en el deseo de absoluto inscrito en cada corazón, donde nos reconocemos en una búsqueda que exige el esfuerzo de nuestra inteligencia, un corazón recto y el ejemplo mutuo para enseñarnos a buscar dentro de nosotros mismos.
Buscamos, todos los masones regulares del mundo, las vías para conocernos y conocerle, vías que tienen como punto de partida la contemplación de la creación en términos simbólicos, la contemplación del mundo material y del Hombre para aprehender lo inmaterial.
Interrogamos juntos a la belleza mutable en busca de la Suma Belleza. Y, en nuestra apertura a la verdad, desde nuestra aspiración de infinito, desde nuestra libertad individual atemperada por la voz de nuestra conciencia, percibimos la semilla de eternidad que llevamos en lo más profundo de nosotros mismos. Participamos de Aquel que es el Ser en sí, sin origen y sin fin.
Cada masón, desde su propia identidad espiritual y religiosa, está abierto a la posibilidad de que pueda haber varios caminos aunque solo exista un centro. No pretende recorrerlos todos, pero no los descalifica. Cada día, experimenta como en la búsqueda de la Verdad, que nunca llegará a poseer de forma absoluta, puede sentirse Hermano de todos los demás hombres.
Y es entonces cuando la semilla de la tolerancia permite que germine la fraternidad.

GF