sábado, 17 de febrero de 2018

ESOTERISMO TEMPLARIO - ANGEL ALMAZÁN - 18/2/18

FUENTE: ANGEL ALMAZAN DE GRACIA
La élite iniciática del Temple contactó en Tierra Santa y en España con representantes cualificados del esoterismo islámico y judío; contacto que sirvió para revitalizar y darle un nuevo giro al esoterismo cristiano, o sea a su espiritualidad más profunda y universal, que es el fundamento interior de la religión cristiana, es decir su base metafísica iniciática.

Del esoterismo islámico conocieron el sufismo y la gnosis shiita, y del judío la cábala. Precisamente fue en Guadalajara donde Moisés de León escribió, entre 1270-1300, el cuerpo central del "Zohar" o "Libro del Esplendor", que sigue siendo considerado como el texto literario cabalístico medieval más importante de Europa.
El "Zohar", será, junto con la "Enciclopedia de los Hermanos Sinceros" (un grupo musulmán shiita de finales del siglo X), dos de los textos esenciales a los que Ángel Almazán ha recurrido para demostrar el simbolismo esotérico de la planta, alzado e iconología de las ermitas de Santo Alto Rey y Albendiego, especialmente las celosías mudéjares de Santa Columba.
En cuanto al esoterismo cristiano, el autor menciona a San Bernardo de Claraval y, muy especialmente, la síntesis realizada por el metafísico René Guénon.
Como elemento común de los tres esoterismos citados (judío, cristiano e islámico) se encuentra el pitagorismo, neopitagorismo, platonismo y neoplatonismo.
El "Cantar de los Cantares" y el Grial son, asimismo, dos elementos esenciales en la interpretación esotérica llevada a cabo por Ángel Almazán en lo que respecta a los dos enclaves de Guadalajara.
La única referencia documental fidedigna que conocemos es una bula del papa Alejandro III, de 1170, en donde habla de la existencia de diversos conventos castellanos del Temple, entre los cuales figura Torija en Guadalajara. Diversas tradiciones orales, recogidas por Antonio Herrera Casado, hablan de la presencia templaria en la misma ciudad de Guadalajara (donde luego se alzaría el monasterio franciscano); en el santuario de Nuestra Señora de la Hoz en el río Gallo, cerca de Molina de Aragón; en la ermita de Santa Ana de Albares, en el Hundido de Armallones de Ocentejo; en la iglesia de Nuestra Señora de la Zarza de Peñalver; en la ermita de Cubillas de Albalate de Zurita, y en las ermitas de Bustares, Santa Columba/Coloma de Albendiego y de Santo Alto Rey. A ellas hay que añadir Campisábalos según Rafael Alarcón.
Este libro trata de demostrar que la tradición templaria en estos dos últimos enclaves, Albendiego y Santo Alto Rey, tiene bastantes posibilidades de ser cierta a tenor del simbolismo esotérico de ambos templos y de las leyendas centradas en torno a la cumbre y ermita de Santo Alto Rey. Se da, por otro lado, la extraordinaria circunstancia, de que al igual que acontece con el otro templo estudiado, el soriano de San Bartolo en río Lobos, las dos ermitas estudiadas del norte de Guadalajara se encuentran en el Eje que divide a la península ibérica en dos mitades equidistantes de los dos puntos geográficos extremos del septentrión peninsular: los cabos de Creus (Gerona) y Finisterre (La Coruña), compartiendo así el simbolismo que, en la Historia Comparada de las Religiones y en el Esoterismo, se le asigna a los diversos Centros del Mundo.

GS