lunes, 12 de febrero de 2018

EL VATICANO Y LA SIMBOLOGÍA PAGANA

EL VATICANO Y LA SIMBOLOGÍA PAGANA

Fuentes de David A.S. 

Para sorpresa de muchos, la mía al menos, el Vaticano exhibe en la Plaza de San Pedro una cantidad de símbolos que, a los ojos del mundo occidental y cristiano se consideran “paganos”.

Antes de seguir avanzando viene bien tener a mano la definición de “pagano“: del latín paganus, que significa ‘habitante del campo’, ‘rústico’, es un concepto que se encuentra por primera vez en inscripciones cristianas de principios del siglo IV en el ámbito cultural del Imperio romano para designar a quienes en aquella época adoraban a los dioses y, por ende, rechazaban o desconocían la creencia en un Dios único que, según la fe judía y cristiana, se habría revelado en la Biblia. En similar sentido se utiliza el término “gentil“, aunque su origen es diferente. Al traducirse la Biblia del griego koiné al latín (Vulgata), se eligió el término gēns (de donde deriva la palabra gente) para significar sucesivamente el linaje, la raza, el pueblo y el país. En plural, gentes se utilizaba para designar a los extranjeros, en contraposición a los romanos, y en el mismo sentido se utilizó el diminutivo «gentiles», que aparece en la lengua francesa del siglo XV.
En primer lugar, en cuanto al origen del nombre “Vaticano”, podemos constatar que el mismo no es bíblico, ni latino, ni griego. Los etruscos, un pueblo que desciende los griegos y que existieron antes que los romanos, construyeron un cementerio en una colina que terminó siendo lo que hoy es Roma. El nombre de la diosa etrusca que guardaba dicha necrópolis era “Vatika”. Siglos después, aquella ladera fue el lugar destinado para un circo y, según la leyenda, allí había sido ejecutado San Pedro, crucificado boca abajo y enterrado no muy lejos. Constantino, primer emperador católico, fundó allí un santuario cuando el lugar ya se conocía como la Colina Vaticana. Otros pocos siglos después, allí se construyó el palacio papal y así es como el “Vaticano”, palabra de origen etrusco y que correspondía a una diosa pagana, da nombre al corazón mismo de la Iglesia.
Podemos encontrar en la Plaza de San Pedro, en pleno Vaticano:
1. Un obelisco egipcio
Los obeliscos egipcios solían colocarse a las entradas de los templos, y llamativamente, eso es lo que encontramos frente de la entrada de la Basílica de San Pedro: un obelisco egipcio de granito rojo de 25 metros y de 320 toneladas
Y no se trata simplemente de un obelisco hecho en Roma al estilo egipcio, sino que es un auténtico obelisco egipcio que anteriormente fue parte de un templo real y concreto. Es además uno de los pocos obeliscos egipcios que no tiene inscripciones jeroglíficas.
Que viene a representar exactamente un obelisco?
Actualmente se entiende que, originalmente estos obeliscos se asociaban con el culto al dios “Sol”. Los paganos, al notar que el sol daba vida a las plantas y al hombre, lo adoraron como a un Dios, el gran otorgador de la vida. Más, como también notaban que a través de relaciones sexuales se producía vida, el falo, órgano reproductivo masculino, fue también reconocido como un símbolo de vida y, por ende, un símbolo del dios Sol. De ahí el significado del obelisco como símbolo fálico de adoración al dios Sol, creador de la vida.
Plaza de San Pedro, Vaticano

Cómo llegó este obelisco ahí?

Originariamente estuvo emplazado en el templo de Ra en Heliópolis, Egipto, donde lo mandó levantar el faraón Amenemhet II (1985-1929 a.C.). En el año 30 a.C., cuando Augusto conquistó Egipto, lo hizo trasladar al Foro Julio de la ciudad egipcia de Alejandría. El año 37 d.C. el emperador Calígula lo hizo llevar a Roma para colocarlo en el circo de la colina Vaticana, que posteriormente sería conocido como el “Circo de Nerón”
En 1586 el Papa Sixto V decidió moverlo una corta distancia para ubicarlo justo frente a la Catedral de San Pedro – lugar donde sigue ubicado en la actualidad. La razón para que este obelisco forme parte de la entrada de la Catedral es en conmemoración del martirio de San Pedro en el Circo de Nerón, pues junto a este se le crucificó, y por eso se le conoce como el “testigo mudo”. Para asegurarse el máximo cuidado en la difícil empresa de mover este pesado objeto, el Papa decretó la pena de muerte en caso de que el obelisco fuera maltratado y terminara roto. Tal sentencia indica por sí misma la importancia que la Iglesia Romana atribuía a este ídolo.
Heliópolis (“Ciudad del Sol” en griego; “Iunu” en egipcio) era la principal ciudad egipcia del culto al dios solar Ra, por eso era también conocida como Per-Ra (Ciudad de Ra). En esta ciudad se encontraba uno de los mayores y más importantes templos de Egipto, que durante la dinastía II fue además un importante centro astronómico, en el cual, el gran sacerdote tenía el título de Jefe de los observadores. Durante el reinado de Dyeser, este título correspondía a Imhotep.
El templo de Ra se dice que era un depósito para los registros reales, y Herodoto afirmaba que los sacerdotes de Heliópolis estaban mejor informados en materia de historia que todos los egipcios. Heliópolis también floreció como lugar de aprendizaje durante el período griego; las escuelas de filosofía y astronomía se dice que fueron frecuentadas por Pitágoras, Platón, Solón y otros filósofos griegos.
Obelisco – Entrada al Templo de Luxor
Pero la Biblia es explícita respecto del culto al Sol:
Eze.8.16. Y me llevó al atrio de adentro de la casa de Jehová; y he aquí junto a la entrada del templo de Jehová, entre la entrada y el altar, como veinticinco varones, sus espaldas vueltas al templo de Jehová y sus rostros hacia el oriente, y adoraban al sol, postrándose hacia el oriente.
2Re.23.11. Quitó también los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al sol a la entrada del templo de Jehová, junto a la cámara de Natán-melec eunuco, el cual tenía a su cargo los ejidos; y quemó al fuego los carros del sol.
Jer.43.13. Además quebrará las estatuas de Bet-semes, que está en tierra de Egipto, y los templos de los dioses de Egipto quemará a fuego.
Siendo el significado de “Bet-semes”, “Ciudad del Sol” en hebreo (“Bet Shemesh”), se entiende que la “Bet-semes, que está en tierra de Egipto” es la Heliópolis en cuestión.
Por esto, suena más que contradictorio que el mismo obelisco que una vez estuvo en un antiguo templo de adoración al sol, en Heliópolis (o Beth-semes), el centro mismo del paganismo egipcio, se encuentre ahora en la entrada de Catedral de San Pedro, la iglesia magna del catolicismo, quien tanto hizo para erradicar toda huella de las religiones paganas, como la egipcia.
Obelisco de la Piazza del Popolo. Tallado en jeroglífico, dedicado a Ramsés II, y traído de Heliópolis
Las cuatro inscripciones de la base dicen:
Sixto V Pontífice Máximo consagró a la cruz invicta el obelisco Vaticano, purificado de la impura superstición, de manera justa y feliz en el año 1586, segundo de su pontificado.
Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera. Cristo defiende su pueblo de todo mal.
Esta es la cruz del Señor. Huid, enemigos. Vence el león de la tribu de Judá.
Sixto V, Pontífice Máximo, transportó con mucha fatiga el obelisco Vaticano, anteriormente dedicado al culto impío de los dioses de los paganos, en la Sede de los Apóstoles, año 1586, segundo de su pontificado.
2. Un Zodiaco
Como si fueran pocas las vinculaciones de este obelisco con la adoración al Sol, este objeto es además un enorme calendario astronómico ya que este enorme gnomo proyecta su sombra sobre un esquema del zodiaco demarcado en la Plaza San Pedro, el cual además detalla las fechas y constelaciones de los solsticios.
En 1817, durante el papado de Pío VII, se colocó en el suelo, alrededor del obelisco, una rosa de los vientos y una línea de granito que indica los puntos en los que a lo largo del año se proyecta la sombra del obelisco al mediodía, convirtiéndose así en el gnomo de la meridiana (el objeto que genera la sombra en los relojes de sol) más grande del mundo.
La línea de bloques de granito se extiende desde la base del obelisco, pasa bajo una de las fuentes y llega hasta las columnas. La línea hace de meridiano de la plaza, y el obelisco proyecta su sombra sobre ella exactamente al mediodía solar. La sombra de la punta del obelisco alcanza las losas zodiacales en los días señalados. Hay 7 losas a lo largo de la línea con las fechas y los nombres de las constelaciones zodiacales. Los discos más extremos de la línea (más cercano y más alejado del obelisco) solo tienen una fecha y una constelación, e indican los solsticios de verano e invierno respectivamente. Los otros cinco discos tienen dos fechas y dos constelaciones del zodiaco e indican cuándo el Sol entra en cada una de ellas 
Por caso, aplicado sobre el suelo, justo en la línea meridiana, se puede observar la losa redonda de mármol blanco con la inscripción: “ARIETE 21 MARZO * BILANCIA 23 SETTEMBRE” (Aries 21 de marzo * Libra 23 de septiembre), que se refiere a las fechas de los equinoccios y las constelaciones en las que se encuentra el Sol en esos momentos.
Que tiene de particular que haya un calendario en la plaza del Vaticano?
Muchas civilizaciones ancestrales se dedicaron, con asombrosa obsesión y precisión, a la observación y adoración de los astros. Podríamos decir que, de hecho, el estudio de los astros es una característica propia de las civilizaciones paganas, como así también lo es la alineación de monumentos para generar proyecciones de luz y sombra específicas. Este culto se debe a que, en muchos casos, sus relatos mitológicos afirman que sus dioses descendieron del cielo, provenientes de planetas que forman parte del sistema de determinadas estrellas.

Muchas de estas culturas lograron un increíble bagaje de conocimientos astronómicos, algunas armaron calendarios de impresionante precisión, otras construyeron monumentos de adoración alineados hacia los puntos cardinales o ciertas estrellas puntuales, y otras más, han creado observatorios astronómicos que les indicaba las fechas
La observación de los astros era por tanto una actividad de culto para muchas culturas ancestrales “paganas” como Sumerios, Babilonios, Egipcios, Griegos, Hindúes, Mayas, Aztecas, Dogon, etc. quienes registraron con precisión los movimientos de los astros, lo que les permitía organizar sus vidas en función de los ciclos de sus “dioses”.


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