lunes, 19 de febrero de 2018

BLANCANIEVES Y LOS SIETE CHAKRAS

Durante los últimos años, siguiendo los pasos de Cari Jung y Joseph Campbell, varios maestros y analistas junguianos, en particular Clarissa Pinkola Estés, se han dedicado a reinterpretar algunos de los mitos y cuentos de hadas más populares. Su trabajo siempre me ha impresionado, pero nunca se me ocurrió aplicar esta técnica hasta un día en que estaba viendo la versión de Walt Disney de Blancanieves y los siete enanitos en la televisión. No esperaba que Walt Disney me transmitiera una verdad simbólica, de modo que lo que contemplé en la pantalla me pilló por sorpresa y confirmó el poder de este cuento de hadas. Por lo demás, constituye un excelente ejemplo de una curación y un despertar espiritual. 
La reina se halla delante del espejo, el rasgo arquetípico del yo, que en la versión de Disney se halla rodeado por los signos del zodíaco. La reina pregunta: «Espejito, espejito mágico, ¿quién es la más bella del reino?» A lo que el espejo responde: «Blancanieves.»
Quizá Blancanieves sea el símbolo del yo superior de la reina, y ésta represente el yo tradicional, aferrado al materialismo y al control. Lo que la reina dice en realidad es que debe matar a su yo superior porque hace que se dé cuenta de cosas que prefiere no saber. A fin de cuentas, su yo superior está fregando los suelos del castillo, lo cual representa la totalidad del ser, como un auténtico místico que ve a Dios en todo, y halla paz y satisfacción en las tareas más humildes.
La reina ordena al cazador que mate a Blancanieves y le lleve su corazón, ¡el chakra central que une el yo superior y el inferior! Creemos que hemos descubierto una novedad al relacionar nuestra biología a nuestras emociones, pero no es una casualidad que se haya asociado siempre el corazón —en el mito y en las leyendas populares— con la verdad y el amor, los elementos que constituyen el cuarto chakra.
En lugar de matar a Blancanieves, el cazador deja que huya al bosque y mata a un cerdo, cuyo corazón lleva a la reina. Blancanieves inicia entonces su noche oscura del alma y pasa la noche en el bosque, temerosa de los ojos que la rodean. Al amanecer, se percata de que esos ojos pertenecían a los animales que la protegían. Tras haber superado la noche sin sufrir daño alguno, echa a caminar y se encuentra con un puente que conduce a la casita de los enanitos. Blancanieves atraviesa el puente —el símbolo clásico de la transformación humana— y entra en la casa de su nuevo yo. 
De inmediato empieza a limpiarla y a poner en orden las cosas, de acuerdo con sus propios dictados. La reina, su yo inferior, ha sido trascendida. De improviso se presentan los siete enanitos, que son mineros, pero Blancanieves les obliga a lavarse antes de dejarlos entrar. Dicho de otro modo, al descubrir sus chakras, Blancanieves se dispone a purificarlos. Según la tradición de la doctrina Kundalini, los adeptos limpian y purifican sus chakras de abajo arriba para que la sagrada energía de la fuerza vital que reside en la base de la columna vertebral ascienda hasta la coronilla. Esa purificación puede realizarse de forma paulatina, mediante la oración y la meditación; en algunos casos se produce de pronto, espontáneamente. En cualquier caso, es un preludio a la apertura del alma.
Entre tanto, en el castillo, la reina descubre que su yo superior sigue vivo. Toma una manzana envenenada, la tradicional fruta prohibida del conocimiento del bien y del mal, aunque el Génesis no la menciona específicamente. La rema ofrece la manzana a Blancanieves, que al morderla cae en un sueño profundo. Mientras duerme, desciende al submundo de los dominios arquetípicos. Para despertar de este sueño arquetípico, tiene que lograr que se unan el animus y el anima, el príncipe y la princesa, los componentes masculino y femenino de su alma. Esa unión propicia la resurrección de un ser completo, consciente de sí, regenerado.
Nuestro objetivo es muy parecido al de Blancanieves: lograr que nuestro yo deje de luchar contra nuestro yo superior, unificar los elementos de nuestra naturaleza, hacer las paces con nuestros siete chakras y despertar para asumir las riendas de nuestra vida. Las partes difíciles de esa empresa —vagar a través de la noche tenebrosa, purificar nuestros centros energéticos, descender a los abismos de nuestra psique— constituyen las claves del proceso de curación. Huelga decir que no todas las crisis de salud terminan como en un cuento de hadas, pero cualquier esfuerzo que realice, por insignificante que le parezca, le conducirá hacia un estado de salud espiritual y física.
Del : Libro "Medicina Energética" -  Carolyne Misse

AC