miércoles, 31 de enero de 2018

PEREGRINACIONES A SANTIAGO - TRABAJO Y ECONOMÍA

LAS PEREGRINACIONES A SANTIAGO:
TRABAJO Y ECONOMÍA

El camino de Santiago ha de ser interpretado, en primera instancia, como un fenómeno de carácter religioso. Ahora bien las multitudes que lo recorrieron (¿no ha supuesto Ohler que en los años dorados del Medievo el número de peregrinos debió de oscilar entre los 200.000 y los 500.000 al año?) necesitaban comer y alojarse, pero también constituían un potencial sector de consumidores de los más variados productos. Así las cosas se entiende que el desarrollo de la ruta jacobea supusiera, indefectiblemente, la puesta en marcha de numerosas actividades productivas. Es más, a finales del siglo XV, según la opinión expresada por el viajero alemán Jerónimo Münzer, el cual señaló que los vecinos de Compostela "no viven más que de explotar a los peregrinos", la obtención del beneficio material parecía el objetivo preferente de lo que se cocía en el entorno de la prestigiosa ruta.

Ahora bien, abordar el estudio del camino de Santiago desde la perspectiva del trabajo y la economía resulta una tarea sumamente ardua. Las fuentes que se conservan para analizar esas cuestiones son muy escasas, pero sobre todo no son adecuadas para los fines que se pretenden. Hay referencias a la vida económica, ciertamente, en los textos normativos, tales los fueros, o en diversas disposiciones legales. Son muy interesantes los peajes conservados de localidades situadas en diversos puntos de la ruta. En cuanto a las crónicas las hay de importancia excepcional, por ejemplo la "Crónica anónima de Sahagún" o la "Historia Compostelana". También se conservan descripciones del camino, la más antigua, de todos es sabido, la de Aymerico Picaud, que aportan datos de tipo económico. Incluso puede ser útil para el tema que nos ocupa la documentación de índole privada, como la que el profesor Carlos Estepa manejó para su estudio de la ciudad de León entre los siglos XI y XIII. Mas en cualquier caso las fuentes escritas son parcas. Por lo demás no hay en absoluto documentación de carácter cuantitativo.
Las referencias a las actividades económicas desarrolladas en el ámbito de la ruta jacobea pueden rastrearse ya en la bibliografia de finales del siglo XIX. Así por ejemplo Finot, en su obra "Elude historique sur les relations commerciales entre la Flandre el l'Espagne", publicada en el año 1899, puso de relieve el papel de las peregrinaciones en las relaciones comerciales existentes entre Flandes y España en el siglo XII o incluso antes. En 1934 B. González Sologasitua publicó un artículo, titulado "Influencia económica de las peregrinaciones a Compostela", en el número 13 de la revista Economía Española. No era el trabajo de un historiador propiamente dicho, sino de un economista, el cual, por lo demás, se basaba ante todo en los datos aportados por el erudito gallego López Ferreiro en sus publicaciones sobre la catedral compostelana. Unos años más tarde, en 1943, el hispanista alemán C. Dubler, en su libro Über das Wirtschaftsleben auf der Iberische Halbinsel von XI zum XIII Jahrhundert, aludía, aunque de forma sucinta, al significado económico que cabía dar al camino de Santiago. Por fin, a finales de la década de los cuarenta del siglo XX, concretamente en 1948- 1949, se editaron los tres tomos de la prestigiosa obra Las peregrinaciones a Santiago, de la que eran autores J.M. Lacarra, J. Uría y L. Vázquez de Parga. En esa excepcional obra no podían faltar las referencias a los temas económicos, aunque en verdad no ocupan un espacio muy grande, toda vez que solamente se habla de esas cuestiones en las páginas 490 a 495 del tomo I. Su autor es el profesor José María Lacarra, uno de los más destacados medievalistas españoles del siglo XX. Tal sería, en sus grandes líneas, el recorrido historiográfico elemental de los primeros apuntes a propósito de la vida económica en la ruta jacobea.

Unos años más tarde, no obstante, se produjo un auténtico giro copernicano en el tema que nos ocupa. El punto de partida fue el discurso de ingreso del profesor Luis García de Valdeavellano en la Real Academia de la Historia, titulado Sobre los burgos y los burgueses en la España medieval. Notas para la historia de los orígenes de la burguesía, que tuvo lugar en el año 1960. En dicho trabajo García de Valdeavellano decía expresamente que desde el siglo X es "el movimiento mercantil europeo, que utiliza especialmente la vía de penetración de las peregrinaciones compostelanas, el que da nuevo impulso a la vida económica de los estados hispano-cristianos". Así las cosas el camino de Santiago ofrecía un ejemplo paradigmático de las tesis esgrimidas por el profesor belga Henri Pirenne a propósito del resurgimiento en la Europa cristiana posterior al año mil de las ciudades y del comercio. Más aún, en el caso hispano la dinamización económica, entiéndase el impulso a las actividades artesanales y mercantiles, la trajeron los europeos, y en primer lugar los procedentes del actual territorio de Francia. Hay que señalar, no obstante, que el propio García de Valdeavellano hacía, páginas más adelante, algunas matizaciones a sus primeros puntos de vista, al afirmar que no se trataba tanto de la llegada espontánea a suelo hispano de mercaderes cuanto de la "política repobladora de los príncipes", que procuran dar impulso a la vida económica con medidas que atrajeran a artesanos ya mercaderes, a los cqales se les concedía un estatuto privilegiado. Mas en cualquier caso se había impuesto algo así como una colonización historio gráfica europeista.
¿Cual es el panorama que ofrece hoy en día la historiografia? Nadie niega la importancia decisiva que tuvo el camino francés en el desarrollo de la vida económica, y en concreto de los núcleos urbanos, de la artesanía y del comercio. Pero cabe preguntarse hasta qué punto el desarrollo del territorio hispano próximo a la ruta jacobea no discurría ya en esa dirección antes de que el camino se consolidara. ¿Acaso no había ya mercaderes y artesanos con anterioridad al siglo XI en el entorno del camino santiagués? Basta con que acudamos a las investigaciones llevadas a cabo por el profesor Estepa acerca de la ciudad de León para dar una respuesta positiva a este último interrogante.
En cualquier caso, y antes de sacar conclusiones de ningún tipo, entendemos que el camino más adecuado es pasar revista, de forma ordenada, a los diversos capítulos de la actividad económica que, de una u otra forma, estuvieron presentes, en los siglos medievales, a lo largo ya lo ancho del camino de Santiago.
LOS SOPORTES DE LA RUTA JACOBEA
El desarrollo de la peregrinación a Santiago de Compostela necesitaba una serie de soportes materiales, ya se tratara de vías de comunicación y de puentes, o de construcciones apropiadas para que pudieran pernoctar en ellas los romeros, como hospitales, hospederías, posadas, etc. Ni que decir tiene que esas necesidades crecían a medida que la ruta se consolidaba y el número de peregrinos aumentaba. Pero al mismo tiempo se erigieron, tanto en la ruta principal que conducía a la ciudad del apóstol como en las diversas vías secundarias que fueron surgiendo con el tiempo, numerosas edificaciones religiosas. Las capillas, ermitas, iglesias, monasterios o catedrales que fueron naciendo a lo largo ya lo ancho del camino francés y de sus vías aledañas eran, sin duda alguna, el soporte espiritual de los peregrinos.
El período comprendido, "grosso modo", entre los años 1000 y 1300 conoció en la ruta jacobea una actividad constructiva que podemos calificar de febril, aunque con bastante frecuencia más que de nuevas obras se trataba simplemente de reconstrucciones. Por de pronto los caminos, es decir el soporte imprescindible para el desarrollo de la peregrinación, provenían del pasado, ante todo de la portentosa red viaria levantada en su día por los romanos. Los concejos de la vía jacobea, en todo caso, tenían que velar por su buen estado. Algo parecido sucedía a propósito de los puentes. Veamos un ejemplo que nos parece significativo: el puente que cruzaba el río Ebro en Logroño ¿fue construido en las últimas décadas del siglo XI por orden del monarca Alfonso VI? , ¿o lo que se hizo en las citadas fechas fue simplemente una reconstrucción de un puente más o menos deteriorado que, al parecer, databa de tiempos romanos? Consideraciones similares pueden hacerse acerca del puente que cruzaba el Najerilla en la villa riojana de Nájera o del que atravesaba el río Miño en la localidad gallega de Portomarín.
El capítulo relativo a los lugares de alojamiento de los peregrinos ofrece novedades, toda vez que aquí sí que puede hablarse de abundantes construcciones "ex nihilo", lo que constituyó, sin duda alguna, un poderoso factor de dinamización económica. Algo parecido se puede afirmar a propósito de las edificaciones de carácter religioso. La puesta en práctica de esas obras requería un considerable número de trabajadores, como albañiles, canteros, carpinteros, vidrieros, etc. Hay, por ejemplo, monografias puntuales sobre los hospitales levantados en las diócesis de Calahorra y de Santo Domingo de la Calzada. ¿ y qué decir del hospital cercano al histórico lugar de Roncesvalles? Se conoce asimismo muy bien la erección del importantísimo hospital del Rey, en la ciudad de Burgos. Pero sin duda el núcleo urbano en donde la actividad constructiva alcanzó mayores cotas fue Santiago de Compostela. En el transcurso del siglo XII se estaban edificando en dicha ciudad la catedral, un hospital y un acueducto. Eso suponía la presencia de numerosos artífices, especialistas en ese tipo de labores. Hay noticias, a ese respecto, tanto de la actitud adoptada por los trabajadores de la catedral (está documentada su organización corporativa desde el año 1075) como de la movilidad de las cuadrillas que intervenían en las obras. Más aún, ¿no dice el propio Aymerico Picaud, en su famosa "Guía" del año 1133, que en Triacastela se cogían piedras, que eran llevadas hasta Castañeda con la finalidad de obtener cal para las obras de la basílica del apóstol que se estaba levantando por aquellas fechas en la urbe compostelana?
LAS ACTIVIDADES ARTESANALES
Las "Crónicas anónimas de Sahagún" ponen de relieve que en las últimas décadas del siglo XI llegaron a la mencionada villa gentes "de muchos e diversos ofiçios, conbiene a saver, herreros, carpinteros, xastres, pelliteros, çapateros, escutarios e omes enseñados en muchas e dibersas artes e ofiçios". De ser cierta esta afirmación el desarrollo de las actividades artesanales en los núcleos localizados a lo largo de la ruta jacobea habría tenido un carácter claramente exógeno. En el caso de Sahagún, supuestamente extendible a otras localidades, parece que fue la llegada, en un momento dado, de amplios contingentes de artesanos foráneos, a tenor de los datos de la mencionada "Crónica", la que actuó de motor de la dinamización económica. Ni que decir tiene que el texto indicado se nos antoja algo así como un anticipo de las modernas teorías de Pirenne acerca del renacimiento urbano y mercantil en la Europa cristiana. De todos modos las "Crónicas anónimas de Sahagún" no pueden tomarse, ni mucho menos, al pie de la letra, al menos en los datos que aportan sobre la génesis de la villa. Ahora bien, referencias concretas acerca de artesanos foráneos existen en las fuentes conservadas. Recordemos, entre otros, el caso de Pedro Peregrino, del que se dice que era extranjero, que trabajó en las obras llevadas a cabo en el puente sobre el río Miño en Portomarín, o el de Giraldo, peregrino francés, originario de una localidad próxima a la ciudad de Lyon, del que nos consta su profesión de peletero. De todos modos resulta indudable, como ha señalado el profesor Gautier Dalché, que la mayoría de esas gentes a las que los textos de la época denominan "francigeni", y que por lo general procedían de las tierras situadas más allá de los Pirineos, eran artesanos y comerciantes. Ahora bien, también lo ha indicado el conocido medievalista francés Gautier Dalché, "quizá Santiago no fuera para todos el objetivo único de su viaje".
La documentación de los siglos XI al XIII de las localidades situadas en el camino de Santiago ofrece abundante información a propósito de la presencia de las más variadas actividades artesanales, imprescindibles en principio para atender las necesidades de la población local. Cabe pensar, no obstante, que el paso de grandes contingentes de peregrinos, aunque no llegaran a las exorbitantes cifras antes mencionadas, actuó de estímulo para la producción artesanal, obligada a atender la demanda de un mercado más amplio que el habitual. Hagamos un rápido repaso de los oficios que más empuje alcanzaron en la ruta jacobea. Al margen de los que trabajaban en la construcción, ya mencionados, un capítulo fundamental lo constituían todos aquellos que intervenían en las tareas de la alimentación. Aymerico Picaud pone especial énfasis en resaltar los productos alimenticios que se encuentran en el transcurso del camino santiagués, tanto a nivel regional como local. Ejemplos de lo primero son sus referencias a la riqueza de Navarra en pan, vino, leche y ganados, o de Castilla y Campos en pan, vino, carne, pescado, leche y miel, o de Galicia en pan de centeno, sidra, ganado, caballos, leche, miel y pescados, aunque a la vez señala que en esta última región escasea el pan de trigo y el vino. En cualquier caso la alimentación de los numerosos peregrinos que recorrían la ruta jacobea constituyó un problema de primera magnitud, para cuya solución se requería una política económica que garantizara el abastecimiento de productos alimenticios, pero también el concurso de muchos trabajadores especializados en esas tareas.
De suma importancia eran los artesanos del textil, actividad que incluía a tejedores, tintoreros, sastres, calceteros, jubeteros, menestrales del cuero, etc. No era despreciable la actividad artesanal relacionada con el trabajo del metal, en la que sobresalían los que fabricaban aperos para la agricultura o armas para el combate. El auge de la peregrinación empujó el desarrollo de aquellas actividades que tenían que ver con el transporte de los romeros, caso de los barqueros, pero también con la hostelería, en donde destacaban los mesoneros. ¿ y qué decir de los que se dedicaban a la fabricación de aquellos objetos que constituían la seña de identidad de los peregrinos, como las conchas? Por último cabe mencionar el sector ligado a la economía dineraria, del que eran la punta de lanza los cambistas.
LA PRÁCTICA DEL COMERCIO: TIENDAS, MERCADOS Y FERIAS
Las condiciones para el desarrollo del comercio a lo largo de la ruta jacobea fueron, ciertamente, favorables. Por de pronto contaba a su favor la existencia de las antiguas calzadas romanas, convertidas en vías naturales de penetración del comercio ambulante a partir del siglo IX. Pero quizá lo más positivo fue la gestación de un marco legal favorable para la práctica mercantil, expresado en el denominado "derecho de francos". Es significativo, a este respecto, un decreto del año 1095, otorgado por el conde Ramón de Galicia, en el que se ordenaba no prender ni despojar a ningún mercader ni habitante de Santiago. Los mercaderes de la ciudad del apóstol gozaban, prácticamente desde esas fechas, de autonomía jurisdiccional. Tampoco podemos olvidar la importancia que tuvo la implantación en las tierras de la cristiandad occidental, y por lo tanto en las comarcas por donde pasaba el camino de Santiago, de la "paz de Dios". En sentido negativo cabe mencionar en primer lugar la actitud dominante en la época, claramente contraria al lucro y, en general, al beneficio mercantil. También era un aspecto negativo, aunque de índole radicalmente diferente al anterior, la existencia de peajes, en los cuales se establecía una clara distinción entre los que circulaban por la ruta jacobea en calidad de peregrinos, a los que se les dejaba llevar consigo hasta tres capas, y los que, por el contrario, lo ha-
cían como hombres de negocios, que debían pagar el canon estipulado por las mercancías que transportaban.
Ahora bien, la práctica mercantil está plenamente atestiguada en diversas localidades del camino santiagués desde fechas remotas, en concreto desde el siglo X, tanto en Burgos ( están documentadas dos tiendas en el año 982) como en León o en la propia Santiago. No obstante el comercio creció en el transcurso del siglo XI. Un cronista árabe, Kitab al-Rand, habla, en el año 1049, de los bazares que había en Burgos en los dos lados de la vía pública. Por las mismas fechas se habla en otras fuentes del barrio de tiendas que existía en Nájera. En la fecha del 1092 el monarca aragonés Sancho Ramírez dona una tienda a David Bretón, al parecer un mercader originario de Bretaña. ¿Cómo olvidar, por otra parte, las diversas tiendas que había en la calle Mayor de Puente la Reina o la denominada "rúa de las tiendas" de la villa de Estella? El panorama estaba suficientemente consolidado en el siglo XII, como lo demuestran los valiosos escritos que nos ha dejado el viajero árabe Edrisi. En León, dice el mencionado autor, "se practica un comercio muy provechoso" y a propósito de Burgos, de la que dice estar situada sobre la gran ruta de los viajeros, recuerda que allí había "bazares, comercio y mucha población y riqueza", así como una importante comunidad judía.
El impulso mercantil que conoció la ruta jacobea se plasmó en el desarrollo de mercados y ferias a lo largo de todo su recorrido. Los mercados, que se celebraban un día de la semana, existía ya en desde el siglo X en núcleos como Santiago y León, pero su florecimiento se alcanzó en el transcurso del siglo XI (Nájera, Sahagún, Pamplona, Logroño, etc. ), por más que algunos fueran creados en la decimosegunda centuria (casos de Villafranca y de Jaca). Si fijamos nuestra atención en el espacio meseteño del camino santiagués, siguiendo un trabajo sobre el particular del profesor Martínez Sopena, veremos cómo funcionaba una densa red de mercados, desde Belorado hasta Villafranca, pasando por Burgos, Frómista, Carrión, Sahagún, Mansilla, León, Astorga y Ponferrada. Los días de mercado alternaban (por ejemplo el lunes en Sahagún, el martes en Mansilla y el miércoles en León), de manera que los mercaderes pudieran trasladarse de unos a otros sin grandes dificultades.
La actividad ferial de la ruta jacobea, como es lógico, fue mucho más limitada. Las más antiguas ferias fueron las de Belorado, que se celebraban en torno a la festividad de San Miguel y que fueron creadas en el año 1116 por Alfonso 1 de Aragón, a la sazón casado con la reina Urraca de Castilla y León. Unos años después vieron la luz las ferias de Sahagún (1155) y de Carrión (1169). Ambas ferias eran complementarias en el tiempo, pues las de Sahagún se desarrollaban por Pentecostés, entre los meses de mayo y junio, y las de Carrión por San Juan, es decir entre junio y julio. Merece la pena observar, por otra parte, que las villas de Sahagún y de Carrión están situadas en el corazón de la Meseta norte, pero a la vez en una zona central de la ruta jacobea. Esa circunstancia geográfica, ¿convertía a las villas citadas en lugares idóneos para el intercambio regulado de mercancías? Es posible, asimismo, que hubiera ferias en la ciudad del Apóstol desde comienzos del siglo XII. Más tardías fueron las de Santo Domingo de la Calzada, que datan de 1270.
LOS MERCADERES EN EL CAMINO SANTIAGUÉS
El protagonista por excelencia de la ruta jacobea es, obviamente, el peregrino. El mercader, en cambio, no deja de ser un elemento extraño en ese contexto. Mientras los primeros acudían a la ciudad del Apóstol por motivos estrictamente espirituales, los segundos estaban movidos por un interés material, la obtención de un beneficio. Ahora bien, en la práctica unos y otros, peregrinos y mercaderes, terminaron por ser contemplados como muy próximos. Al fin y al cabo ¿no eran ambos viajeros? Así se explica, por ejemplo, que en el "Codex Calistinus", al hacer referencia a una serie de milagros supuestamente acaecidos en la ruta jacobea, se aluda a tres peregrinos-mercaderes, lo que suponía la fusión en unas mismas personas de esas dos actividades en principio tan distantes. Por lo demás la protección dada a los romeros por los poderes públicos favoreció también, como era de esperar, a los que se acercaban al camino de Santiago para hacer negocios. Es muy significativo, a este respecto, que un artículo del fuero concedido en el año 1113 a la ciudad de Santiago por el arzobispo Diego Gelmírez se intitule "de los mercaderes y peregrinos", lo que da a entender la existencia de una armonía entre unos y otros.
De todos modos las fuentes conservadas, aunque escasas, dan a entender que en el seno de los mercaderes la cohesión fue, desde los primeros tiempos, bastante notable. Avalan esta idea los datos aportados no hace mucho por el brillante historiador de la urbe compostelana Fernando López Alsina. Nos referimos en este caso al conflicto que enfrentó, en los últimos años de la undécima centuria, a los mercaderes compostelanos con un importante sector de la nobleza gallega, como consecuencia de la inseguridad que había en los caminos y de la arbitrariedad de que daban muestra los grandes señores territoriales, elementos ambos que perjudicaban de forma ostensible la actividad de los negociantes. En cualquier caso es preciso señalar que el desarrollo de los gremios fue mínimo entre los mercaderes del ámbito santiaguista. Sin duda los mejor organizados, al menos a tenor de los datos que han llegado hasta nosotros, fueron los comerciantes residentes en la propia ciudad de Santiago, los cuales tenían como patrón a San Nicolás. Pero no hay que olvidar a otros profesionales, como los hospederos de la misma urbe compostelana.
Hablamos de mercaderes. Pero ¿de dónde procedían los susodichos? ¿Eran en su inmensa mayoría de origen ultrapirenaico, como lo ha dado a entender la historiografia "europeista", claramente dominante en las pasadas décadas? De todos es conocido que en la Europa posterior al año mil los caminos eran transitados frecuentemente por los llamados "piel polvorientos", nombre que se aplicaba a los comerciantes que marchaban de una a otra localidad con sus acémilas dispuestos a vender sus mercancías. La España cristiana, como es obvio, no estuvo ausente de ese fenómeno. De ahí que las fuentes documentales relativas a la ruta jacobea registren abundantes nombres de comerciantes procedentes de los más variados rincones de Europa. En el arancel de Pamplona, por acudir a un ejemplo, destacan los comerciantes originarios de la zona francesa del Bearn, situada en la vertiente norte de los Pirineos. Un documento de León, del año 1072, habla de los "negociatores...non solum Hispaniae, sed Italiae, Francie et Alemanie". Por su parte la "Crónica Compostelana" informa que hacia el año 1130 diversos mercaderes ingleses y loreneses llegaron a Puentecesura para vender sus mercancías en Santiago, pero fueron robados en el camino que iba de Padrón a Compostela. Una fuente de Jaca, del año 1187, menciona a los "mercatores de Jaca, vel alios homines extraneros". Como se ve hay referencias a negociantes procedentes de diversos países del otro lado de los Pirineos aunque, lógicamente, predominan las relativas a gentes originarias del territorio francés, del que se citan, aparte de la mención genérica, a bearneses y loreneses.
De los ejemplos expuestos se deduce, no podía ser de otra manera, la presencia en tierras del camino santiagués de mercaderes foráneos. No obstante llama asimismo la atención el hecho de que en esas mismas fuentes se aluda también, integrados con toda naturalidad con los mercaderes extranjeros, a los comerciantes nativos. Son los hombres de negocios "Hispaniae", del documento leonés, o los mercaderes de Jaca, citados en la fuente aragonesa. En otras ocasiones las referencias son exclusivas a los hombres de negocios originarios de tierras hispanas. Es el caso, entre otros muchos, de los mercaderes burgaleses de que se habla en el antes citado arancel de Pamplona. Incluso aparecen en las fuentes menciones de comerciantes individuales, como el Juan Stefani, "mercator legionensis", que encontramos en un documento de comienzos del siglo XIII.
¿ Y las gentes de otras religiones? En la España de las tres castas, ¿podían estar ausentes del bullicio mercantil que se desarrollaba en el entorno del camino de Santiago gentes como los judíos y los musulmanes? Es evidente que no. Veamos algunas muestras que confirman la presencia de estas minorías. Un testimonio de mediados del siglo XII se refiere a unos mercaderes judíos que vendían seda en la zona de Orense próxima a la ruta jacobea. Por su parte el abad del monasterio francés de San Martín de Tournai, Herman, según una fuente de mediados del siglo XII, habla de una caravana de comerciantes musulmanes que se dirigía a la propia ciudad de Santiago.
¿UN AMPLIO MUESTRARIO DE MERCANCÍAS?
Otra vía para calibrar el significado de la actividad mercantil en la ruta jacobea consiste en acercarse a los productos que circulaban por la misma y que se intercambiaban en sus ferias y mercados. Veamos un rápido muestrario, siguiendo un orden cronológico. Los testimonios de la ciudad de León nos hablan, para un período situado entre finales del siglo X y comienzos del XI, de la presencia de productos de al-Andalus, e incluso del lejano imperio bizantino. Por su parte los aranceles de las localidades de Jaca y Pamplona, que datan de la segunda mitad del siglo XI, mencionan una gran diversidad de productos: especias, aceite, calzados, pero sobre todo paños, en unos casos originarios de Flandes, Francia e Inglaterra, pero también tejidos y pieles de Castilla así como tejidos de Bizancio y de al-Andalus.
Por lo que se refiere a la decimosegunda centuria el profesor Estepa, en su estudio de la ciudad de León entre los siglos XI y XIII, recoge abundantes datos de paños franceses, flamencos o italianos (así por ejemplo habla de una túnica franciscana, en el año 1171, o de una túnica de algodón, en 1179). En otro orden de cosas hay noticias del tráfico que se realizaba entre Sahagún y Galicia de productos tan variados como tejidos, cueros, hierros o maderas. Tampoco podía faltar a la cita Aymerico Picaud, el cual habla, en su conocida guía, a propósito de la zona de Castilla y Campos, de la presencia de productos como oro, plata y ricos paños, así como también de oro, plata, telas, pieles salvajes y "mercancías sarracénicas" cuando se refiere a la región de Galicia. ¿Cómo olvidar, en otro orden de cosas, las menciones frecuentes a espadas, lanzas, escudos o cuchillos, elementos imprescindibles para el sector de los caballeros? ¿Y un producto tan utilizado en la ruta jacobea como la cera? ¿No hay asimismo menciones, sin duda singulares, a mercaderes francos que vendían en Sahagún telas de al-Andalus? Digamos, finalmente, que la urbe compostelana ofrecía a los que llegaban a ella un amplio mosaico de productos, desde conchas o botas de vino, zapatos o morrales de piel de cuero, hasta bolsos, correas, cinturones o hierbas, sin olvidar, por supuesto, el vino del Ribeiro o las sardinas. Como se ve en la ciudad del Apóstol se daban cita, junto a los ingredientes emblemáticos del peregrino, productos específicos de la tierra o del mar de Galicia.
.Si avanzamos hacia adelante en el tiempo el panorama con que nos encontraremos será, sin duda, semejante. En todo caso aumentan las precisiones en cuanto al origen específico de los productos que se ofrecían en los mercados. Carlos Estepa, en el trabajo tantas veces citado, aporta interesantes datos a propósito de los paños que se vendían en León en el siglo XIII: los había originarios de Valenciennes, de Arras, de Ypres, de Gante, de Lille, de Malins, de Chalons...pero también de Italia, de Inglaterra e incluso de Castilla. ¿No resulta de todos modos sorprendente esa larga lista de ciudades del norte de Francia y de Flandes mencionadas en las fuentes?
LA PRESENCIA DE LA MONEDA
La monetarización de la economía fue un rasgo característico de los tiempos posteriores al año mil. De todas formas no deja de haber menciones, aunque aisladas, a la presencia de monedas con anterioridad a esa fecha. En excavaciones realizadas en la catedral compostelana se han hallado monedas carolingias, cuya fecha se sitúa en el siglo X ¿Cómo olvidar, por otra parte, el uso de la moneda en zonas próximas a la arteria jacobea, en el siglo X? El ejemplo del monasterio de Sahagún, estudiado por José María Mínguez, es a este respecto paradigmático. La moneda juega un papel muy importante en la vida económica del cenobio benedictino de Sahagún desde comienzos de la décima centuria, pero sobre todo desde las últimas décadas de dicho siglo. De todos modos quizá lo más significativo en el terreno que comentamos sea el papel desempeñado por las ciudades de la ruta jacobea en la fabricación de monedas. ¿No se ha hablado, incluso, de la posible existencia de una ceca en la ciudad de Santiago, nada más y nada menos que en la segunda mitad de la undécima centuria? En el año 1108, como es bien sabido, Gelmírez recibió un privilegio para labrar moneda. También se ha supuesto, por otra parte, que pudo haber una ceca en Nájera. De cualquier forma las fuentes documentales aluden, con frecuencia, a los tipos de monedas que se utilizaban en el comercio de la ruta. Junto a los sueldos y los denarios, tipos predominantes, hay referencias tanto al dinar musulmán como al sueldo galicano, es decir, monedas de origen ultrapirenaico.
Mencionaremos, asimismo, un aspecto de la vida económica, de indudable conexión con el mundo de la moneda, que se produjo en la ciudad del apóstol. En el año 1133 el arzobispo compostelano Diego Gelmírez tasó los alimentos de primera necesidad, sin duda como consecuencia del alza de los precios que éstos habían experimentado en los años anteriores. Dicha medida puede considerarse, nada más y nada menos, el primer intento serio de llevar a cabo, por parte del poder público, pues Gelmírez, no lo olvidemos, era señor de Santiago, una política de reglamentación de los precios.
CONCLUSIONES
Todo parece indicar que, en el período comprendido entre los siglos XI y XIII, la actividad económica del camino de Santiago fue de gran intensidad. Ello se explica ante todo por la abundancia de peregrinos, pero también por la apertura experimentada por las tierras hispanas hacia la Europa cristiana. En la ruta jacobea, como es lógico, predominaban las líneas de tipo horizontal, que comunicaban el este con el oeste. Ahora bien, no hay que perder de vista el papel que desempeñó el camino como eje de contacto entre dos mundos de economías complementarias, las montañas del norte, por una parte, y las llanuras de la Meseta, por otra. Como ha señalado el profesor García de Cortázar el camino de Santiago fue "un punto de referencia espacial en la ordenación económica del reino de Castilla, algo así como el homenaje a su papel de bisagra entre espacios. Entre la montaña y el llano. Incluso entre el mar y las tierras interiores".
Desde el siglo XIII, no obstante, comienzan a perfilarse en la España cristiana unas nuevas líneas de actuación, preferentemente de orientación norte-sur. El avance reconquistador hacia el sur de la Península tuvo mucho que ver en ello. Ese fue un factor que incidió en el progresivo debilitamiento del papel de la ruta jacobea como núcleo económico de gran dinamismo. Pero la puntilla se produjo en el siglo XIV, como consecuencia del estallido de lo que se conoce en la historiografía como la "gran depresión". Las mortandades y las continuas guerras internas de la Cristiandad, en particular la denominada de los Cien Años, tuvieron, obviamente, un efecto claramente negativo sobre el desarrollo de la peregrinación a Compostela.
Julio Valdeón Baruque
Universidad de Valladolid
http://www.vallenajerilla.com/berceo/santiago/economia.htm