viernes, 5 de enero de 2018

LA MESA DE SALOMÓN



La Mesa de Salomón conocida también con los nombres de Tabla o Espejo de Salomón, es una leyenda que cuenta cómo el rey Salomón escribió todo el conocimiento del Universo, la fórmula de la creación y el nombre verdadero de Dios: el Shem Shemaforash, que no puede escribirse jamás y solo debe pronunciarse para provocar el acto de crear, según la tradición cabalística. Según esta leyenda, la trascendencia de la tabla está en que dará a su propietario el conocimiento absoluto (ya que el pronunciar el nombre de Dios significa abarcar a toda su creación), pero el día que sea encontrada el fin del mundo estará próximo. El tesoro más prodigioso se continúa buscando en la actualidad . Se relata que la mesa podría tratarse también de un espejo capaz de matar con su radiación. La última pista del objeto acabó en Jaén, unos libros que recogían información sobre personas de importancia histórica que habían usado parte de su tiempo y dinero para encontrar el objeto
Algunos la describen como una gran mesa hecha de esmeralda verde pulida y de 365 patas (misteriosamente similar a la Tabula Smaragdina atribuida a Hermes Trismegisto, creador de los textos herméticos); otros dirían que estaba hecha de oro, plata y cenefas hechas con perlas, aunque el propio Salomón en su descripción mencionaría que sólo estaba hecha de oro.
Fue salvada de la destrucción en varias ocasiones, viajando desde el Templo de Jerusalén hasta Roma y tras el saqueo por parte de los godos, fue llevada a Carcasona (Francia) y después a Rávena (Italia). En el año 526, Teodorico se la devuelve a Amalarico (quien la reclamaba como suya) y es en Toledo donde sería vista por última vez, o al menos, confirmada por un historiador. Con la pista perdida, numerosos lugares se disputan el privilegio de tenerla como la Cueva de Hércules en Toledo, o en las ciudades de Medinaceli y Alcalá. Quizá nunca sea encontrada, quizá nunca existió (al menos como instrumento de sabiduría y poder), pero seguirá alimentando la leyenda de Salomón, así como de la eterna búsqueda del conocimiento, característica que nos define desde que el hombre es hombre.