miércoles, 27 de diciembre de 2017

LEON Y LOS JUEGOS DE AZAR

Los juegos de azar siempre han constituido pasión para gentes que en sus manos se detiene muy poco el dinero fácil. Juegos venidos de allende las tierras por los peregrinos, la soldadesca, los judíos. Tanto que, hasta hubo que dar pragmáticas para proteger del juego las vidas y haciendas. Las tabas y dados, las pitas y tejos, cartas, fichas y chapas.

León también fue ciudad de casinos de juego y tugurios recónditos donde corría el azar y se hundían vidas y haciendas. Ya dice el padre Albano, carmelita, que los juglares cantaban el romance sobre Francisco de Siena que se jugó hasta los ojos y luego se enroló, arrepentido, en una peregrinación a Compostela.
Los soldados leoneses que allá por el siglo XVI, cuando lo del' Duque de Alba, venían de los Tercios flamencos a disfrutar los permisos a la ciudad de nacencia, mataban las horas de ocio en los tahúres de juego.
Como lo de aquel capitán de los Tercios que perdió sus dineros de la soldada en los tabernarios de los barrios judíos, y a las horas del alba marchaba a casa lleno de rabia y furor por la aciaga suerte.
Por donde hoy se halla el claustro de la catedral pasaba una calle, donde la lluvia hacía charcos y lodazal. Cuéntase que los canónigos al salir por la bella portada norte a la calle, recogían sus manteos talares para que no se les llenaran de barro. Y de ahí les viene la costumbre de recoger hacia arriba la sotana al traspasar las puertas que sobresalen en su base del suelo.
En el parteluz del pórtico se halla hoy una bella imagen mariana, que llaman Virgen del Dado. Pues contra ella, cuenta la leyenda, arrojó los dados en un arrebato de desesperación el capitán de los Tercios, cuando regresaba a horas de la aurora tras perder su fortuna.
Los dados dieron al Niño; se esparcieron por el suelo y aparecieron manchados de sangre. También la cabecita del Niño de la imagen apareció con la gota de sangre en su frente. Y luego se recogió en un relicario que los plateros Hernando y Suero de Argüello arreglaron alguna vez.
Y hay más. y es que Morales, el pillo capellán del rey Felipe II, que tanto corrió por tierras leonesas para avisar al monarca que se llevase a Madrid obras de arte, engañando a sus propietarios, como relata en su libro de viajes, proponiendo dar a los frailes de Villafranca grandes candelabros a cambio de la biblioteca; dice que vio en la catedral un relicario que contenía el pañuelo empapado en la sangre del Niño, que brotó con el golpe de los dados que lanzó el jugador perdidoso.
El jugador llamó, arrepentido, a las puertas del convento de los franciscanos leoneses para cruzar el umbral, vía adentro, alejándose del mundanal ruido.
Virgen del Dado, catedral de León, León.