miércoles, 27 de diciembre de 2017

LA ORDEN DEL TEMPLE Y EL CONCEJO DE LA VILLA DE CACERES

El primer documento que se conoce relacionado con la Orden del Temple y el Concejo de la Villa de Cáceres es una Carta de 25 de Febrero de 1253, de la que existe copia en el Libro Becerro f.º 253, acerca de la avenencia entre dicho Concejo Cacereño y los Freyres del Temple, para dirimir sus contiendas mediante un tribunal arbitral.

Cáceres, a mediados del siglo XIII, era una tierra llena de conflictos por las malas relaciones de las Órdenes Militares que no aceptaban las villas de realengo.
El caso más grave lo suscitó la Orden del Temple por los pastos para los ganados, ya que tenían muchas reses por la zona de Alconétar, encomienda del Temple, y miraban con envidia los invernaderos cacerenses. La fijación de los límites de ambos términos provocaba infinidad de disputas.
Los templarios invadieron los pastos cacereños en repetidas ocasiones y la Villa de Cáceres se quejó al Rey Alfonso X el Sabio haciendo valer sus derechos.
La importancia histórica de este documento es grande,ya que es el primer documento que nos da nombres de vecinos de Cáceres, veinticuatro años después de la Reconquista de la ciudad y aporta datos sobre la administración del Concejo y el régimen municipal.
En el documento se fija el tribunal que decidiría sobre el pleito, constituido por dos Freyres del Temple y dos Caballeros de Cáceres, aportando algo desde el punto de vista jurídico muy original ya que cada parte debía de designar los dos representantes de la parte contraria.
El Concejo de Cáceres nombró a los dos Freyres que fueron: el Comendador de Capiella, Don Lope Pérez y el de Alconétar, Don Miguel Navarro; y, recíprocamente, la Orden del Temple designó a los dos ciudadanos cacereños que fueron Pero Sancho y Xemén Sancho.
A pesar del laudo que dictaron el conflicto no se solucionó ya que los problemas continuaron durante largos años.
Poco tiempo después, ante el avance de los caballeros de las Órdenes de Santiago y Alcántara, los templarios abandonaron Alconétar y se marcharon a nuevas encomiendas al Sur y a Portugal.